Probablemente estaremos de acuerdo en pensar que pedalear cuesta arriba supone un sobre-esfuerzo el cual, normalmente, se ve compensado por la propia ascensión espacial, puesto que al elevarse por encima de todo lo demás, uno provoca el cambio angular en su visión y puede estimular a la propia percepción para conducirla hacia nuevos, quizá excitantes y, seguramente, más creativos propósitos en esta vida que evoluciona tan dependientemente comunitarizada.
De tal manera, nos elevamos por la variable pendiente de nuestro destino, seguramente, para experimentar ese empeño natural que sentimos desde el bautizo racional, casi como planteándonos un cierto hilo conductor dentro de la complejidad de dicho movimiento. A lo largo del periplo evolutivo generamos el coraje, la fuerza, el tesón y la energía necesarios con los que nos vamos a propulsar ciegamente hacia una eterna incertidumbre que, por defecto y manipulación social, nos ayudará a inducir y vislumbrar, si somos avispados e inteligentes, el concepto del éxito dentro del futuro particularizado vislumbrado desde cualquier comunidad actual.
Por esa razón, nunca deberíamos cesar de repetirnos aquellos criterios tan certeros que no siempre están a mano en la cotidianidad y que nos pueden ayudar a plantear con éxito el acto de "pedalear" antes, incluso, de disponernos a empezar.
Un ejemplo para el caso que nos ocupa, la célebre frase acuñada por el ilustre Miguel de Cervantes del siglo XVII, que también dio título a un libro de Jordi Llovet:
"el camino es siempre mejor que la posada" o "mejor el camino que la posada"
Así pues, conducimos desde el rigor de los afanes, desde la necesidad de mantener los sueños y desde la propia decepción con la realidad, nuestro empeño para ser capaces de continuar perseverando hacia aquella cima planteada muy a pesar del doloroso esfuerzo o del desgaste energético que uno pueda sentir durante y en la consecución de ese camino hacia la anhelada finalidad. El planteamiento exhaustivo del trayecto siempre dependerá del carácter individualizado e, indiscutiblemente, estará a merced de los recursos que cada uno disponga en su realidad material.
Cabe mencionar, a diferencia con los tiempos del pasado, que hoy día gracias a la ciencia disponemos de una multiplicidad de ciclos que facilitan prolongar los recorridos a través del espacio-tiempo mediante la asistencia sobre ambos pedales por una maquinaria galvánica, una que nos asiste físicamente en trasladarnos a lo largo de nuestra trayectoria utilizando energías alternativas procedentes, si se desea, de la propia radiación astral. Desde la antigua, viajera, moribunda y consolidada estrella más próxima a nosotros que se desplaza a velocidades espantosas a través del medio que nos sostiene agolpados en esta material e indescifrable realidad.
Enfocando nuestro prisma hacia el imparable desplazamiento cuatridimensional con el que nuestra humilde concepción del universo se mantiene proclamando una directriz elipsoidal, se construye la constantemente acelerada transposición que casi reclama su significado en la metáfora para conseguir generar ese necesario esfuerzo que nos va a posibilitar entender nuestra disposición evolutiva espacial. Aspecto que, probablemente, constituirá el agente que mejor defina cómo entendemos la propia conciencia de nuestra realidad existencial.
Por ahora, el destino continúa siendo incierto y, presumiblemente, así continuará. Quizá sea porque cambiamos de coordenadas a una velocidad constante de setenta mil kilómetros por hora en una desesperada persecución solar. Además, hay que sumarle también que viajamos a unos diecisiete mil kilómetros por hora circunvalando nuestra estrella y, para acabarlo de complicar, giramos a unos mil seiscientos kilómetros por hora sobre nuestro propio eje natural..
¿Si uno "pedalea" a velocidades variables y con tan disparatadas trayectorias en la realidad, pretendiendo encumbrar una cuesta existencial.., cómo no va a caer, sin poder evitarlo, en la más monstruosa contrariedad irracional? La velocidad a la que se expande y juega con nosotros el universo, sigilosamente mordaz, confunde las opciones que uno demanda de su existencia a un nivel que por el momento nos es imposible racionalizar.
Quizá sea porque no hemos entrado a valorar el movimiento cuántico natural, algo que quizá sea pertinente hacerlo de otra forma que analice la, tan demostradamente absurda, conciencia universal.
Así pues, abrochémonos los cinturones y disfrutemos de este vertiginoso trayecto tan multidireccional y singular..
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