recogida de una actualidad con el ánimo de archivo y la opinión personal

jueves, 18 de enero de 2018

La educación de la era capitalista






El sistema capitalista ha utilizado todos los mecanismos a su alcance para conseguir su finalidad educativa.

Su actuación a lo largo del tiempo se ha mantenido hasta conseguir manipular, desvirtuar y pervertir todos los referentes ideológicos y metodológicos y, así, dejarlos vacíos de significado y convertirlos en lenguajes huecos que encubren sus puros intereses económicos y de explotación de toda la clase trabajadora; incluso llegando a hacerles perder, en muchos casos, su propia conciencia de clase.

Los decanos de la nueva enseñanza, han ido desvirtuando el modelo de educación crítica, científica, creativa, basado en la colaboración y no en la competencia, por el que se luchó tanto como elemento liberador de las personas que permitiese su crecimiento y el auge social necesario. De hecho, se ha ido consiguiendo una educación acrítica, profundamente individualista, basada en la competencia y una utilización perversa de la evaluación como elemento diferenciador, de clasificación, que destruye cualquier concepto de equidad posible. Se trata de una educación donde el esfuerzo solo debe hacerse en función de la entrada a un mercado de trabajo cada vez más devaluado, pero donde se necesitan personas con una gran flexibilidad en un proceso imparable.

Han conseguido lo que deseaban: una sociedad que entiende la educación exclusivamente como un mecanismo para conseguir empleo, donde la formación debe privatizarse para que haya más criterios de selección, donde la formación permanente corra a cargo del trabajador para adaptarse a este mercado y donde se le culpabiliza si no consigue hacerse rentable y saber venderse en un mercado que ni siquiera existe actualmente.

Comentario editado de Inés de Nicolás Galache sobre el libro “Nos quieren más tontos. La escuela según la economía neoliberal” - Pilar Carrera Santafé y Eduardo Luque Guerrero



No encontramos, por tanto, ante la creación de una sociedad que muestra un alto nivel de indigencia intelectual y sobre todo, con la explosión en el uso de las redes sociales, de la gratuita creación de un alud de opinadores pseudo-profesionales.  Inclúyaseme en el lote..

Vivimos en la bancarrota ética y cívica de unos cuantos que parecen disfrutar de una "patente de corso" que les permite participar en los medios digitales con absoluta impunidad, independientemente de la pobreza de sus argumentos, de la insostenibilidad de sus consideraciones o la estulticia a la que se aferran sin ningún atisbo de modestia, con una vanidad exacerbada y una concluyente determinación por provocar desconsideración, desprecio y la displicencia para con los demás argumentos opuestos.

¿Cómo acabará todo esto?

El desenladrillador que lo desenladrille, buen desenladrillador será..


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