El sistema capitalista ha utilizado todos los mecanismos a
su alcance para conseguir su finalidad educativa.
Su actuación a lo largo del tiempo se ha mantenido hasta conseguir manipular,
desvirtuar y pervertir todos los referentes ideológicos y metodológicos y, así,
dejarlos vacíos de significado y convertirlos en lenguajes huecos que encubren
sus puros intereses económicos y de explotación de toda la clase trabajadora;
incluso llegando a hacerles perder, en muchos casos, su propia conciencia de
clase.
Los decanos de la nueva enseñanza, han ido desvirtuando el modelo de educación
crítica, científica, creativa, basado en la colaboración y no en la
competencia, por el que se luchó tanto como elemento liberador de las personas
que permitiese su crecimiento y el auge social necesario. De hecho, se ha ido
consiguiendo una educación acrítica, profundamente individualista, basada en la
competencia y una utilización perversa de la evaluación como elemento
diferenciador, de clasificación, que destruye cualquier concepto de equidad
posible. Se trata de una educación donde el esfuerzo solo debe hacerse en función
de la entrada a un mercado de trabajo cada vez más devaluado, pero donde se
necesitan personas con una gran flexibilidad en un proceso imparable.
Han conseguido lo que deseaban: una sociedad que entiende la
educación exclusivamente como un mecanismo para conseguir empleo, donde la formación
debe privatizarse para que haya más criterios de selección, donde la formación
permanente corra a cargo del trabajador para adaptarse a este mercado y donde
se le culpabiliza si no consigue hacerse rentable y saber venderse en un
mercado que ni siquiera existe actualmente.
Comentario editado de Inés
de Nicolás Galache sobre el libro “Nos
quieren más tontos. La escuela según la economía neoliberal” - Pilar
Carrera Santafé y Eduardo Luque Guerrero
No encontramos, por tanto, ante la creación de una sociedad que muestra
un alto nivel de indigencia intelectual y sobre todo, con la explosión en el
uso de las redes sociales, de la gratuita creación de un alud de opinadores pseudo-profesionales. Inclúyaseme en el lote..
Vivimos en la bancarrota ética y cívica de unos cuantos que parecen disfrutar de una "patente de corso" que les permite participar en los medios digitales con absoluta
impunidad, independientemente de la pobreza de sus argumentos, de la
insostenibilidad de sus consideraciones o la estulticia a la que se aferran sin
ningún atisbo de modestia, con una vanidad exacerbada y una concluyente determinación
por provocar desconsideración, desprecio y la displicencia para con los
demás argumentos opuestos.
¿Cómo acabará todo esto?
El desenladrillador que lo desenladrille, buen desenladrillador será..
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