recogida de una actualidad con el ánimo de archivo y la opinión personal

jueves, 1 de marzo de 2012

'HISTORIA GENERAL DE LAS DROGAS': Antonio Escohotado

 

Qualquiera que pretenda hablar de drogas con cierto fundamento debería haber leído antes este libro. Está considerado uno de los libros más importantes a nivel internacional sobre el estudio multidisciplinar de las drogas. Y en gran parte fue escrito en la cárcel por su autor, condenado por tráfico de drogas.
En primer lugar, Historia general de las drogas, de Antonio Escohotado, sirve para aclarar muchas preguntas turbias. ¿Qué sucede con el asunto de las drogas que produce tanta alarma? ¿Por qué la mayoría de gente usa la palabra “droga” para referirse negativamente a todo un conjunto de sustancias que poco se parecen entre sí y que, por definición, englobarían muchos medicamentos, actividades e incluso el pis de gato?


La circulación de cualquier proteína cerebral con poderes euforizantes provoca una inmediata respuesta represiva, aunque su toxicidad sea inferior al de la patata, no cree dependencia y carezca de estigma social previo. Sin embargo, farisaicamente, ciertas sustancias seguirán considerándose medicinas decentes y artículos de alimentación a pesar de que, a la luz de los análisis científicos, sean potencialmente más peligrosas. ¿Nos imaginamos un mundo en el que hasta el café y los aguardientes también sean racionados?


Como dije, la obra está considerada como la más importante y ambiciosa sobre la fenomenología de las drogas. Un libro enorme (tres volúmenes en un solo tomo), que completa el enfoque histórico con el fenomenológico, mediante un Apéndice que examina las principales drogas descubiertas, tanto lícitas como ilícitas. Un libro erudito, riguroso, documentadísimo, con más de 1500 páginas y 5 kilogramos de peso, con 300 imágenes en color y blanco y negro, con una bibliografía que apabulla y un sistema completamente inédito de referencias para facilitar la consulta. Un libro escrito mientras su autor cumplía pena en la cárcel por una injusta condena por tráfico de drogas. Lo cual aureola de cierto romanticismo este grandioso mamotreto.


Se tiende a indentificar a los partidarios de la legalización de las drogas con disidentes confesos, con heréticos recalcitrantes, con irresponsables hippies en perpetuo trip o, en general, con depravados morales. Historia general de las drogas vence ese tópico, empezando por su propio autor, jurista, filósofo y sociólogo y profesor de Metodología de la Ciencia en la UNED. Y luego, tras una visión de las drogas a lo largo de la Historia, pone de manifiesto que el tema es más complejo de lo que parece, y que tras cualquier razonamiento científico se esconde todo un universo de influencias políticas y farmacéuticas.


La parte final del libro consiste en un análisis de las diferentes drogas disponibles, a fin de que el lector posea una información contrastada sobre todas ellas, especificando los siguientes puntos: dosis activa y dosis letal media, factor específico de tolerancia, dosis y tiempo mínimo requerido para que la privación induzca síndrome absistencial, efectos orgánicos y psicológicos más habituales de dosis pequeñas, medias y altas para cada sustancia, contraindicaciones específicas, modos de tratar inmediatamente intoxicaciones agudas o trances paranoicos, forma de detectar adulteración, y toxicidad de los sucedáneos más habituales en cada momento y lugar.


En definitiva, un libro imprescindible para inspirar cualquier artículo que se quiera escribir sobre drogas. Incluso para analizar aquel descacharrante (y agudo) capítulo de South Park, Major Boogage, donde se pone de moda inhalar pis de gato para colocarse. Finalmente, las autoridades optaban por eliminar la libre circulación de gatos por la ciudad y se instala una suerte de narcotráfico gatuno. 


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Diálogo:

Es imposible resumir la vida y obra del filósofo Antonio Escohotado (Madrid, 1941) en unas pocas líneas sin dejar fuera lo fundamental, pero intentemos un esbozo: tras pasar su infancia en Brasil, se licencia en Derecho a finales de los sesenta y comienza a trabajar en el Banco Español de Crédito. Poco después lo deja todo para irse a vivir a una cabaña en Ibiza, donde traduce a Marcuse y Hegel, escribe sobre metafísica y comienza a experimentar con las drogas. En los ochenta pasa dos años en prisión acusado de tráfico de estupefacientes y allí culmina la monumental obra Historia general de las drogas, que lo convierte en una autoridad mundial en el tema y un personaje público siempre envuelto en la polémica. Posteriormente muestra interés por la física cuántica y escribe Caos y orden, que obtiene el Premio Espasa de Ensayo. 
Durante los últimos once años se ha volcado en la economía, pasión de la que da cuenta su impresionante Los enemigos del comercio, libro del que publicará en septiembre una segunda parte. Parece gozar de una salud indestructible –ha tomado tantas drogas que casi nos deja al resto del mundo sin ninguna—, una curiosidad intelectual insaciable y una fecundidad digna de un sultán (es padre de ocho hijos). Pero si algo hay que destacar es su carácter cordial y profundamente empático. Antonio Escohotado nos recibe en su casa:

—En tu libro Los enemigos del comercio trazas el recorrido histórico del comunismo, remontándote hasta hace 2.000 años, con aquellos que consideraban la propiedad privada “un robo y el comercio su instrumento”. ¿Te  definirías como anarcocapitalista?
No lo sé, todo el trabajo que hago últimamente es intentar evitar etiquetas y simplificaciones. Anarcocapitalista parece ser la obra de Nozik y aún más la obra de Hayek. Anarquismo es rechazar el autoritarismo, un invento feliz y atractivo para cualquier persona que tenga respeto por los demás y por la inteligencia. Lo que pasa es que esta formulación tan sencilla – “el anarquista es el que frena al autoritario”— en la práctica resulta en otra cosa. Sale una pandilla de rusos muy raros que están deseando es destruirlo todo –los nihilistas— que piensan que tras esa destrucción, de repente, va a emerger una racionalidad y un sentido nuevo de las cosas. De modo que no podemos declararnos anarquistas si nos atenemos a los precedentes prácticos. Respecto al capitalismo: el capital es trabajo acumulado, así que capitalistas somos todos y siempre lo seremos. Lo que pasa es que algunos no han podido acumular su trabajo de manera que les permita vivir mañana y a esos desdichados los podemos llamar no-propietarios, o proletarios. Dentro del capitalismo, están el capitalismo de Estado –que es el que aplicaban los romanos o el Sha de Persia— y el capitalismo privado. El cual comienza con una serie de personas que, en la disyunción entre el más allá y el más acá, dijeron: “A mí me basta con mi profesión”. Centraron su fervor en una maestría que les permitiese trabajar por cuenta propia. A esto lo podríamos llamar el alma puritana.

—En ese sentido suele relacionarse el auge del capitalismo con la ética protestante, como en la obra de Max Weber.
Sí, por ejemplo, en el tomo segundo de Los enemigos del comercio desarrollo un aspecto que Weber no ha estudiado y que me parece muy interesante: el cómo las sectas puritanas en Estados Unidos crean el capitalismo específicamente norteamericano. Porque da la casualidad de que son sectas comunistas. Son siete –cuatro de ellas alemanas y dos inglesas— apoyadas en los recursos que tienen los cuáqueros, otra secta importante. Porque cuáquero fue William Penn, el gobernador de Pensilvania, que decidió no quedársela sino hacer un estado; luego, los estatutos de Pensilvania son un 80% de la constitución norteamericana. Pues bien, aprovechándose de que los cuáqueros poseían el Merchant Adventurers –que era una compañía que llevaba bienes y personas a uno y otro lado del Atlántico— se compadecieron de unas iglesias reformadas, independentistas, que no eran comunistas cuando vivían en Europa pero cuando llegaron a Estados Unidos y viendo las dificultades enormes que tenía que sacar adelante, se hicieron comunistas. Todo esto no es conocido pero es muy interesante: ver cómo un comunismo que no es obligatorio, que no quiere doblegar al otro, que es un comunismo instrumental, puede ser una fuente inexorable de prosperidad, paz y respeto mutuo. Aun ahora, cuando inspeccionas el panteón fundacional del capitalismo norteamericano, lo que aparecen son los “shakers”, los rapitas, los zoaritas, los amanitas… esas sectas comunistas originales.

—Sueles criticar duramente la Revolución Francesa y reivindicas la Revolución Norteamericana como la auténticamente liberal.
Es que en la Revolución Francesa se produce una oposición entre conseguir la autonomía personal y conseguir la autonomía nacional, por eso llega Robespierre y, con él, el Terror. Porque dice que la libertad debe ser el cumplimiento colectivo, la satisfacción general del pueblo. Vale, pero ¿por qué demonios excluye los derechos civiles? ¿Por qué coincide el establecimiento de la libertad con que se llame “liberticida” al disidente? ¿Por qué “libre” significa “patriota”? La Revolución Americana, en cambio, se consuma sin sangre. La única sangre derramada está en la Guerra de Independencia. Pero cuando se vence, los muchos realistas que quedan son gentilmente invitados a respetar la nueva Constitución, a irse a Canadá o a volver a Inglaterra.
—En esa línea es curioso cómo Estados Unidos en su día compró Alaska en vez de haberla invadido militarmente, que es lo que siempre se había estado haciendo.
Y lo mismo hizo con la Luisiana, en la famosa compra de Jefferson a Napoleón. Yo intento documentarla con detalle, porque Jefferson dice de él que no sólo es un payaso, sino un muerto de hambre. Ellos querían comprar el puerto de Nueva Orleans y de repente Napoleón estaba tan mal de dinero –como siempre les pasa a estos señores que andan haciendo guerras— que ofreció toda la Luisiana que acababa de robarle a los españoles. Y Jefferson le dijo al embajador “¡Compra!”.
—Pero, por otro lado, también se asocia el capitalismo con el imperialismo. El imperialismo europeo decimonónico, suele decirse, fue consecuencia del desarrollo capitalista.
Hobson, que luego influiría mucho en Keynes, es quien más estudió el momento dramático inmediatamente anterior a la Primera Guerra Mundial, cuando Alemania intenta abrirse camino estableciendo colonias por el mundo. Ante su poder intelectual e industrial, sus universidades y sus fábricas, a Alemania le resulta absurda la situación de no tener posesiones en el extranjero, a diferencia de Francia o Inglaterra. Ahí es cuando se plantea el vínculo entre imperialismo y capitalismo. Hobson, a mi juicio, es un pensador al que no se le concede ahora el mérito que tiene. En parte porque Lenin lo aprovecha para sus propios fines y lo combina con un libro que acababa de publicar Rosa Luxemburgo acerca del capitalismo, que no se podría mantener sin convertirse en imperialismo. Cuando lees a Hobson te das cuenta de que él no dice eso, sino que el capitalismo sufre una crisis interna recurrente –eso ya lo había visto Sismondi un siglo antes—, tratando de conseguir un estímulo del consumo basado en que no se extreme el ahorro. Y esto lo podemos llevar a las sectas puritanas en las que el dogma ha sido “trabaja y ahorra”. Lo que Hobson reclamó, como hizo antes Sismondi y luego Keynes, es “trabaja, pero parte de tu ahorro empléalo en el consumo o si no esto no se podrá mantener”.

—Esto, en la sociedad actual ocurre de manera más acentuada.
Ahora es evidente; ha habido tantísima liquidez que para que las ratas no se comiesen los almacenes de efectivo la solución ha sido invertir. Y claro, “la inversión de la inversión de la inversión” ha llevado a esta ingeniería financiera. Yo dedico en Caos y orden dos capítulos a la ingeniería financiera de los que estoy satisfecho, porque el libro es de 1999 pero, leídos ahora, se ve que son una descripción de lo que pasó con Lehman Brothers. Se empieza a hacer lo que llaman ellos “productos garantizados” en base a unos cálculos supuestamente sofisticados e infalibles, sobre que si inviertes en bonos del tesoro coreano y luego inviertes también en General Electric… etc. Y que si haces una diversificación de cartera quedas absuelto de riesgo. ¡Mentira! Lo que haces es aumentar la volatilidad de esos productos al máximo. Pero date cuenta de que esto es inevitable.

—Según algunas voces esto habría sido consecuencia de la desregulación bancaria, de un exceso de liberalismo.
Pero estas personas deberían estudiar el caso para ver cómo lo regularían ellos. Igual que hablan de neoliberalismo y no saben lo que dicen –porque no saben distinguir neoliberalismo de liberalismo— tampoco son capaces de identificar cuáles son los mecanismos de regulación a los que aspiran. ¿Significa esto que no pueden hacerse transacciones a través de Internet, por ejemplo? Esto es lo que en el fondo se está pidiendo. La velocidad de traslación de capitales que Internet permite… si quieren decir esto, que lo digan. Pretender que el liberalismo saca al Estado de la actividad económica es ignorancia.

—¿Y aquellos que defienden por ejemplo la Tasa Tobin?
Lo mejor en esos casos es leer lo que decía el propio Tobin cuando los anti-globalización pretendieron imponer dicha tasa. Y él decía “lean mis libros, entérense de lo que realmente hablo”. Es un poco absurdo que se estén citando unos consejos escritos antes de que apareciese Internet, cuando él no defendía eso. Señores, infórmense. Que es, por lo demás, lo que me pasa a mí, que a los cuarenta años me tuve que poner a estudiar matemáticas, a los sesenta me tuve que poner a estudiar física de partículas y ahora a los setenta estudio economía política. Con todo lo mal que va el mundo en muchos sentidos, en este ámbito de la información disponible va fenomenal. Para las personas que quieren informarse, es un momento idóneo.

—Ahora con Internet parece que las posibilidades son enormes, pero es difícil distinguir la información veraz entre todo lo que se escribe…
Evidentemente. En la Wikipedia puedes encontrar una información perfecta si buscas Carlay o Epicuro, y muy discutible si te hablan de derivados financieros. Porque en un caso hay propaganda y en el otro no. Es función del entendimiento individual. Lo que hay que entender es aquello que decía Holderlin: “Donde crece el peligro, crece la salvación”. Cuando alguien viene y nos ofrece una situación segura, hay que preguntarle inmediatamente ¿Qué me vas a ordenar a cambio de esta seguridad que me ofreces?

—El comunismo tradicionalmente ha gozado de mucho prestigio intelectual y moral. ¿Por qué?
Porque proviene del cristianismo y detrás tiene la constelación mesiánica, la gran promesa de superar el estado de cosas. Es lo que Marx llama “Ley general de desarrollo”, donde las clases sometidas expulsan a las clases sometedoras: el proletariado expulsa a la burguesía en una versión actualizada de “los último serán los primeros”. El mesianismo es algo que tiene un pie en la conciencia y otro en la inconsciencia, es un arquetipo universal. El Mesías es el chivo expiatorio racionalizado y el chivo expiatorio está tan conectado con nuestro sistema nervioso como la tendencia humana a desplazar el mal de un lado a otro, la transferencia del mal. Si lees a Marx verás cómo desprecia esas tonterías del paraíso de Adán y Eva, que no son nada en comparación con las comodidades efectivas que ofrecerá el comunismo una vez aplicado.

—El profesor de psicología de Harvard, Dan Gilbert, dice que mucha gente no comprende realmente el funcionamiento del mercado. Según él, un error muy frecuente es considerar el precio de las cosas como una esencia invisible del objeto y no como una relación dependiente del contexto, de la oferta y la demanda. Es decir, muchos creen que una hamburguesa debería costar siempre y en todo lugar tres euros, y si te cobran más, aunque estés en medio del desierto, es un robo.
¿Gilbert se llama?, qué gracia. Oferta y demanda es lo que en derecho se llama autonomía de la voluntad. Cada vez que decimos que hay que superar el mercado lo que se quiere decir es: queremos que nos digan qué producir. Es bastante gracioso que se personalice, igual que Marx a veces pone “Capital” con mayúscula y pasa a llamarlo “Monsieur le Capital”. Él, que tanto habla de los fetiches, fetichiza el capital, que no es nada más que trabajo acumulado. El gran problema del comunismo es intentar medir el valor como trabajo por unidad de tiempo. Eso es tan disparatado como imaginar que Picasso pinta una paloma y le toma tres segundos, y eso vale tanto como la pintura que hagamos tú o yo de una paloma. Pues no es así, lo sentimos mucho. ¿Por qué demonios ciertos trabajos son enormemente valiosos, como los poemas de Verlaine, y lo que escribió El Tostado no vale nada? Porque hay autonomía de la voluntad. Si no reinase el deseo, reinaría la planificación.

—¿Esa oposición a la planificación de un poder centralizado frente a la existencia de múltiples agentes autoorganizándose, podría ser lo que inspira las protestas de Sol?
Vendría bien que estas personas de Sol releyeran la dialéctica del amo y el siervo tal y como la plantea Hegel en su Fenomenología del espíritu. Se darían cuenta de que no puede interrumpirse el movimiento. Las cosas son producto de la evolución y para evolucionar necesitan atravesar etapas de contradicción. Sin contradicción no hay progreso. Que un planificador central dé paso a una autoorganización localizada es algo inevitable y además deseable. Pero fíjate tú que ahora mismo el problema de España es tener que pagar el Estado central y el autonómico. Eso no quiere decir que no debamos tener autonomías, quiere decir que hemos de ser humildes y admitir que no vamos a encontrar ninguna solución definitiva. Vamos hallando remedios al problema fundamental de la vida en sí, que tiene que alimentarse de otra vida. En el momento en que descubramos el fusor, que requerirá una temperatura de millones de grados para tirar ahí una piedra y extraer dos megavatios cambiará la situación. Hasta entonces, hemos de tener todos los días mil millones de pollos mantenidos en condiciones atroces, incompatibles con la dignidad que deberíamos otorgar a otras formas de vida. Pero lo fundamental es que no vamos a encontrar soluciones definitivas, eso es lo que hay que decir a los chicos de Sol. No se trata de romper lo establecido, sino de perfeccionarlo. Les diría también que igual que antes fue necesario separar a la Iglesia del Estado, ahora es necesario separar a la clase política de la economía. Esa es la asignatura pendiente de nuestro tiempo, ya hemos visto lo que ha pasado por ejemplo con las cajas de ahorros.

—Respecto a la clase política, parece que critican su separación de la ciudadanía.
La clase política es imprescindible en las democracias representativas con densidades de población muy grandes. Es inevitable que algunas personas sean descargadas de otros trabajos para dedicarse a funciones legislativas, ejecutivas y judiciales. Es imprescindible, pero manteniendo un control sobre su crecimiento. Nos encontramos con una clase política que en el pasado nos liberó de los salvadores tipo Hitler, Stalin y otros totalitarios, pero ahora esa clase política ha crecido demasiado y hay que controlarla para que no asfixie al poder judicial, para que no corrompa al poder legislativo y no aumente su poder hasta extremos absurdos su poder, como por ejemplo en la cruzada contra las drogas.

—En tu libro Sesenta semanas en el trópico cuentas que en los años sesenta intentaste ingresar en el Vietcong para combatir en la selva vietnamita a los marines americanos.
Claro que sí, es que era indignante. Yo me despertaba cada mañana indignado con las noticias de que estaban bombardeando con Napalm a aquella pobre gente que solamente tenía su coraje y un AK-47 para resistir al invasor. Creo que si volviese a producirse una situación así y no tuviera setenta años volvería a ofrecerme voluntario. Por fortuna, el cónsul vietnamita dijo que aquello era muy duro y que ningún europeo lograría sobrevivir, pero también me dijo que hubo miles de europeos y americanos que pasaron por su consulado parisino para ofrecerse voluntarios.
—En ese libro da la impresión de que acabaste realmente harto de los tailandeses.
Es que son personas que no están acostumbradas a recibir residentes, acogen al turista una semana y ya está. Pero si vas allí y pides que te traten como a uno más, como se trata a los inmigrantes en Europa, entonces la cosa se torna muy dura. Ellos se llaman orgullosamente “gitanos”, no se dan cuenta de que en Europa no es un término de exaltación o prestigio. Y tienden a tratar a los visitantes de una forma un tanto expoliatoria, obligándote por ejemplo a renovar el visado todos los meses para sacarte más dinero. Si en Europa se pidiese algo equivalente a los inmigrantes, los arrasaríamos por completo. La idea es que haya reciprocidad. El trato al extranjero es muy duro, he visto en las comisarías de Tailandia a birmanos encadenados en muy malas condiciones sanitarias, simplemente por haber entrado ilegalmente al país.

—Narras también un viaje a Brasil, organizado por una pequeña agencia de viajes española, que consiste en tomar ayahuasca en una cabaña en medio de la selva durante una semana. ¿Lo recomendarías a nuestros lectores?

La ayahuasca es un fármaco del mayor interés. En primer lugar es sana, es increíble pero es como un purificador orgánico. La gente que toma Prozac o antidepresivos toman la mitad de la ayahuasca, la beta-carbolina. Si comes algo mientras tomas ayahuasca sufrirás una tremenda diarrea y vomitona, sin embargo al día siguiente te sientes nuevo y estimulado. Si además tomas una dosis suplementaria, tendrás un viaje. Ese viaje es como el de LSD y tiene todos los peligros para quien se lo tome trivialmente. El que va allá para aplacar el aburrimiento se encontrará con un genio como el de Aladino que le aplastará como a una colilla, porque su finalidad es incorrecta y merece ser castigada. Pero si no, tiene la ventaja respecto al ácido de que mientras un viaje con éste puede durar veinte horas, el de ayahuasca no dura más de dos. Sin embargo es igual de profundo, incluso más sentimental. Yo creo que deben estar convenientemente guiadas por personas competentes, capaces de decir “mira chico, yo a ti te veo neurótico, mejor no tomes esto” y al otro “te encuentro preparado, pero antes debes formarte un buen criterio y prepararte un cuadro de preguntas que te vas a hacer a ti mismo durante el viaje psíquico”. En esas condiciones puede que aproveche a nueve de cada diez personas.

—El contacto con la naturaleza juega una parte importante del proceso, ¿no?
Claro, en este caso estábamos en un afluente del Amazonas, en el centro de una naturaleza tan vivaz que durante la noche era de un estruendo comparable a estar en plena Times Square, en Nueva York. Había que ponerse tapones en los oídos para poder dormir. Yo estaba aterrorizado porque acababa de separarme y pensé que viajar me iba a matar. Estaba muriéndome orgánicamente pero además iba a morirme psíquicamente. Me intenté resistir a tomarlo durante un par de días, pero al final me dije “no seas cagueta” y me vino bien. No recomendaría tomar LSD más que en condiciones muy restringidas, en cambio con la ayahuasca, al requerir otras condiciones y por su propio rigor, los peligros se reducen.
—¿Y con estas drogas existen peligros para la salud mental, riesgo de acabar en un psiquiátrico?
Yo no he conocido a nadie que no estuviera loco de antes de tomar estas cosas. He sido muy amigo de Albert Hoffman, que me llamaba su hijo espiritual, y me dijo que tampoco conoció a nadie que hubiese perdido la salud mental con el uso de estas cosas. También me lo dijo Ernst Jünger. Si sumas la experiencia de nosotros tres a lo mejor equivale a la de varios miles de personas, no es una inducción completa, pero es relativamente válida.

—Sueles hablar de las drogas como una vía de conocimiento. ¿Qué te han enseñado?, ¿es algo que puede ser descrito con palabras?
Aprendiendo de las drogas es como se titula uno de mis libros. Sucede una cosa graciosa con él. Se publicó originalmente en Mondadori como El libro de los venenos –que me pareció una forma irónica de describirlo— y vendió en total quinientos ejemplares. Una vez caducó el contrato con esa editorial, Jorge Herralde de Anagrama sugirió cambiar el título y al llamarlo Aprendiendo de las drogas pasó a vender cien mil ejemplares.

—Creo que algo parecido debió pasar con su otro libro Realidad y substancia
Algunas personas creyeron que ese tratado de metafísica, que es tan insufrible como los Elementos de Euclides –porque los tratados no están para entretener— era sobre drogas.

—Además en la portada aparece una piedra oscura que parecía de hachís.
¡Qué va, es una roca de la luna! El caso es que es el único tratado de metafísica que ha vendido dos ediciones. Porque Fenomenología del espíritu, a mi juicio el libro más inteligente y profundo jamás escrito, vendió quinientos ejemplares en los primeros cincuenta años de su publicación. Pero nos habíamos quedado en qué es lo que puede aprenderse de las drogas. A priori sería abusivo perfilar qué tienen las drogas de enseñanza. Salvo un punto, el de la introspección. Es posible nos ayuden a ver cosas del exterior, pero a mi juicio es absolutamente evidente que las drogas  —las de paz, viaje o estimulación— siempre te van a decir algo sobre tus abusos, tus puntos fuertes, y sobre todo sobre tus puntos débiles. Siempre van a demostrarte quién eres, te van a decir “mira chico, no te sigas mintiendo, a lo mejor eres un pelele”.

—¿Y para las relaciones personales?
A veces pueden ayudar, a veces estorbar. A priori es muy difícil decir nada.

—¿Qué opinas la prohibición de fumar en lugares públicos con la que comenzó el año?
Esto es un ensayo del Estado Clínico, que decía Thomas Szasz. La nueva clase política está comprometida con un proyecto de condicionamiento tipo Gran Hermano, que podemos retrotraer a la ética utilitarista: Bentham, Stuart Mill… que es placer del mayor número, que importan más los fines que los medios. Son formas refinadas de autoritarismo. En este caso se trata de ver hasta dónde se puede condicionar al personal. Por este camino se puede llegar a imponer que las personas tomen ciertas drogas para conducir mejor o llevarse mejor con la pareja… son seudópodos, tentativas del nuevo Estado para ver hasta dónde puede crecer.

—Los partidarios de esa ley argumentan que no se trata de proteger a los fumadores de sí mismos, sino a los no-fumadores.
Ya, esto es curioso. Siempre se habla de las víctimas, como cuando Robespierre impone el Terror como atajo para la virtud pública: es para defender al pueblo francés de los saboteadores y liberticidas. Cada vez que se quiere mandar a una persona sin su consentimiento se busca la idea de que hay un tercero victimizado o de que es por el bien del propio obligado.

—El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, se ha mostrado partidario de la legalización de las drogas. Por otra parte, en California ha habido un referendo para legalizar la marihuana, y los resultados estuvieron bastante igualados. ¿Son hechos anecdóticos o hay un cambio de tendencia en el mundo?
En el caso de California se perdió el referéndum, según dicen sus promotores, porque al ser domingo la gente joven se quedó durmiendo en casa. Si fuese así, qué triste, porque es precisamente la gente joven la que hace de esto una bandera y una seña de identidad, un símbolo. Porque igual que la heroína simboliza el malestar y la cocaína la prosperidad, el cáñamo simboliza el ser progre… es una forma curiosa de proyectar nuestros valores sobre entes objetivos.

—¿Crees que esto cambiará en el futuro?
La guerra contra las drogas se terminó hace unos quince años. Eso se nota en la reducción del presupuesto de las diversas brigadas de estupefacientes de diferentes países. Se ha impuesto de forma más o menos explícita la política de reducción de daños en materia de drogas. La cruzada contra las brujas no se acabó con un decreto diciendo “nos hemos equivocado”, se acabó entre susurros. Y así es como se acabará la cruzada contra las drogas, entre susurros. Nunca se ha conseguido que una cruzada del tipo que fuere contra el librepensamiento, la homosexualidad, la brujería o las drogas terminase explícitamente.

Tomado de: Jot Down. Contemporary Culture Mag. Junio 2011.





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