Una manera de conocer los recursos que consume cada persona es mediante el cálculo de su huella ecológica:
la superficie –habitualmente medida en hectáreas- que necesita para
cubrir sus necesidades. Paralelamente, se podría definir la capacidad biológica de un planeta, o biocapacidad, como
aquella capaz de generar un abastecimiento regular de recursos a sus
habitantes y de absorber los desechos resultantes de su consumo,
llámense emisiones o contaminación. Recursos que a largo plazo y según
se vayan agotando tanto ellos como sus sustitutos deberán ser
renovables. Finalmente, nuestro sistema económico será sostenible cuando
sea capaz de regenerarse, de suministrar y servir dignamente y para
siempre a los ciudadanos del planeta sin sobrepasar su capacidad
biológica.
Utilizamos más recursos que los que la Tierra puede proporcionar
Según diferentes organizaciones entre las que se encuentran Global Footprint Network o WWF necesitamos a día de hoy 1,44 planetas Tierra para mantener nuestro alocado ritmo de vida actual. Traspasamos el límite de la sostenibilidad planetaria hace escasamente un cuarto de siglo.
Desde
entonces, la capacidad biológica necesaria para mantener a los países
ricos y a aquellos con un fulgurante desarrollo no ha hecho más que
aumentar de una manera exponencial.
Dentro de veinte años necesitaremos casi dos planetas
Según
las mencionadas organizaciones al ritmo que vamos, y si no modificamos
nuestras pautas de crecimiento económico, en el año 2030 necesitaremos
recursos equivalentes a 1,9 planetas Tierra para abastecer a la
insaciable y depredadora especie humana. Y en el año 2050 necesitaremos la friolera de 2,4 planetas. Para finales de siglo, quien sabe.
Hay grandes diferencias entre países
Estados Unidos, junto con los países petroleros del Golfo Pérsico, ejercen un triste liderazgo mundial en huella ecológica con niveles cercanos a diez ha
por habitante. No hay que confundir la biocapacidad de cada país,
ligada a su densidad de población, con la huella ecológica de cada
individuo dentro de él. Así nos encontramos con que a alguno de los
países más insostenibles, como Canadá o Australia, de momento le sobra capacidad biológica debido a su reducida densidad de población.
Pasa lo mismo con países del Norte de Europa como Finlandia o Noruega. Dinamarca,
a pesar del auto publicitado ecologismo anfitrión con motivo de la
recién finalizada cumbre, necesita casi un 50 % más de hectáreas por
habitante que España, por ejemplo. Países como China o la India
exceden su biocapacidad, debido a su alta densidad de población, a
pesar de una reducida huella ecológica relativa de 2,0 y 0,8
ha/habitante respectivamente.
¿Y España?
Tiene del orden de 5,7 ha/habitante, valor que aunque sensiblemente
inferior al pelotón de cabeza es demasiado elevado para nuestra
población y clima, colocándonos, según se ve en el mapa, dentro del
grupo de países que más biocapacidad utilizan. El finiquitado
crecimiento caótico y descontrolado propio de nuevos ricos, el
ladrillazo, la especulación, la codicia y la incompetencia han hecho de
España, ese país mediterráneo y ejemplar que pudo haber sido, un ejemplo
de desarrollo económico insostenible.
El cambio climático no es “el” problema, sólo uno de “los” problemas
El calentamiento global
lo único que puede hacer es contribuir a aumentar las necesidades de
biocapacidad; o en todo caso insuflar cierto optimismo, que me temo
ayudará poco, a aquellos que creen que lo del cambio climático de origen antropogénico es un bluf.
Pensar que en el año 2050 necesitaremos dos planetas en vez de dos y
medio lo único que conseguirá es retrasar mentalmente futuras crisis;
pero jamás resolverá el problema de fondo del crecimiento económico ni
despejará el futuro. Unicamente nos permitirá creer que tenemos algo más
de tiempo. Pero nuestra conocida burbuja, llamada Tierra, seguirá estando ahí, lista para explotar quien sabe cómo ni cuándo.
¿Un tenebroso futuro?
Si
ya casi necesitamos el equivalente a planeta y medio para que nuestra
forma de vida pueda mantenerse indefinidamente tal como hoy la
conocemos, pero hay tan solo un planeta disponible, salvo aventuras de momento de ciencia ficción, tenemos un problema.
Significa que antes o después los habitantes de este desgarrado planeta
no podrán continuar disfrutando de él igual que lo estamos haciendo
nosotros. Porque lo habremos agotado. A nuestros descendientes les
tocará pagar las consecuencias de nuestro bienestar presente.
Dependerá de nosotros
La cumbre de Copenhague ha fracasado. Obama también. La UE se ha quedado fuera de juego. China
no sabe, no contesta. ¿Qué hacemos ahora? Mientras los gobernantes
dormitan, cada uno de nosotros debería hacer examen de conciencia y
reflexionar sobre cómo reducir su propia huella ecológica, durante su
quehacer diario, con el fin de contribuir a evitar “los” problemas venideros. Y a cómo crear entre todos un sistema económico sostenible que necesite no más de un planeta para cubrir nuestras necesidades. fuente
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