Después de leer las pre-conclusiones de los procesos judiciales abiertos a las ilustres Sras. Esperanza y Cristina, un ser racional no puede permanecer estático, debe manifestar agitación interior, convulsiones mentales sobre la razón, se generan traiciones de principios y se aprecia la absurda y descarada mentira de nuestro desesperante Sistema Judicial Nacional.
Si estas caraduras señoras merecieran estar más allá de la ley por haber ayudado a los demás de una forma contrastada, quizá podrían haber experimentado, efectivamente, un trato algo favorable como el que han tenido. No obstante, todos sabemos que la "Ley es igual para todos" o por lo menos así se expresa en los papeles, ahora mojados, escritos con la sangre de las batallas libradas en tiempos pretéritos en las que todos perdimos antepasados luchando por una anhelada condición más generalizada de libertad social.
No, rotunda y claramente, la Ley NO es igual para todos.
Jugar con la ilusión del populacho ante los principios que estructuran la supuesta organización social es un juego peligroso, a pesar de eso, acontecimientos como este se siguen desarrollando ante nuestra sorpresa y creciente perplejidad.
Ser mediocre es algo a lo que se llega por nacimiento, es como el pecado original. Así mismo, pertenecer a las cúpulas doradas celestes se llega a través de la "casta", palabreja tan de moda en nuestro tiempo actual, y como es de rigor, nadie en este país irracional permitirá que un gusano trepe por las ramas y consiga plantearse alcanzar el vergel del poder y la razón social.
Ser mediocre es algo a lo que se llega por nacimiento, es como el pecado original. Así mismo, pertenecer a las cúpulas doradas celestes se llega a través de la "casta", palabreja tan de moda en nuestro tiempo actual, y como es de rigor, nadie en este país irracional permitirá que un gusano trepe por las ramas y consiga plantearse alcanzar el vergel del poder y la razón social.
No obstante, y gracias al poder de internet y la capacidad de la divulgación del pensamiento individual, uno poco a poco empieza a enfocar sus mediocres, aunque rotundos, principios como aquello que rediseña una cierta estructura en el desarrollo en su camino sobre la vía ética y en la moral en su mundo circundante.
No obstante, ante sucesos de esta guisa, los parapetos que obligan a uno en su camino por la senda adecuada para no atropellar a otros en el arte de perdurar, empiezan a perder volumen consistentemente y desprenden poco a poco el material que los consolidaba y les otorgaba su firmeza e intensidad. La erosión del sistema ha comenzado y el peligro de colapso es inminente.
Si a la diversidad ideológica, la multiplicidad infinita de caracteres humanos y las disparatadas formas de vivir actuales le sumamos el descaro atroz con que los entes gobernantes manifiestan consistentemente su firmeza en romper todas las pautas de la ética y de la moral, pronto provocarán un desequilibrio que generará un explosivo conflicto social.
Quizá sea ya necesario o, mejor aún imperativo, girar ya la tortilla y guisar ambas partes por un igual. Todos sabemos que la cocina es un arte creativo el cual nos alimenta aportando nutrientes necesarios a parte de regalarnos nuevas y agradables sensaciones a la vista y a nuestro paladar, pero requiere de una metodología exhaustiva y de un control sistemático, absoluto y fundamental.
Girar la tortilla es, pues, ahora imperativo para reconocer el Sistema Judicial Nacional. No es un simple reto capacitativo, es un hecho necesario para mantener la paz y el respeto a un nivel generalizado en el planteamiento de igualdad en cualquier organización social.
La Tortilla Española y el Sistema Judicial
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