.. “Existe una “casta” que cultiva los pueblos explotándolos como verdaderas minas sociales de donde extraer mas del 80% de los recursos disponibles. No representan mas del 1% de la población mundial, pero logran mantener sus privilegios gracias a los inmensos yacimientos de recursos humanos. Al restante 99% de los ciudadanos del mundo se les exigen grandes sacrificios en nombre de una austeridad que ha sido planificada con esmero para salvar el poder económico concentrado en las manos de los bancos. Mas allá del hecho de favorecer a los propietarios de los bancos, estas medidas no tienen ninguna justificación teórica entre los economistas, ni siquiera entre los vencedores de premios Nobel, y menos que menos en la economía real..".
R. O. Levrino.
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Existir, un linaje elitista e hiperparasitario, existe.., y a estas alturas de nuestra avanzada civilización supuestamente inteligente, ya es hora de que todos lo hayamos escuchado, entendamos perfectamente su funcionamiento e, incluso, seamos capaces de incentivar la consecución de mejores resultados en las elecciones de los candidatos políticos a nivel global..
La cuestión es ¿por qué lo aceptamos sin evitar que acaben gobernando los psicópatas del dinero?
Si la historia moderna nos ha dejado claras muestras de la usurpación de los derechos conseguidos, mayoritariamente, con el derramamiento de sangre durante innumerables guerras.., si las civilizaciones han dejado suficientes huellas en todos los campos del conocimiento con respecto a la explotación desconsiderada de comunidades en favor de minorías que controlaban su propio desarrollo.., si el índice de contextualización entre la inteligencia y la culturización social ha ido en aumento.., entonces:
¿por qué seguimos padeciendo la supremacía de algunos pocos sobre la gran mayoría?
Cierto es que la dificultad en sublevarse contra los prescriptores de los decretos sociales resultaría, probablemente, el concepto más característico a analizar en esta línea de pensamiento. Y con su comprensión, definitivamente, se acabaría el problema. Porque concebir y aceptar, sin oposición alguna, esa determinación que se presenta por un carácter exclusivamente consanguíneo, sería la mayor estupidez que pueda manifestar un individuo.
Quizá si uno desarrollara un gran esfuerzo durante la fase de nuestras vidas en la que nos preocupamos más por conseguir un buen puesto de trabajo y una buena situación social, quizá entonces nos daríamos cuenta de que por más que uno lo intente, por más que uno se esfuerce en mejorar su calidad intelectual o su dedicación a mejorar en todas sus actividades, llega el momento en el que se toca techo y no se puede ascender más. Siempre hay un impedimento para el desarrollo personal que viene marcado, tal y como hemos observado durante grandes acontecimientos de la historia, por la curiosa consanguinidad.
La sangre determina, lo sabemos, es el fluido más vital. Sin su flujo desexistimos y nuestro cuerpo deja de funcionar. No sólo se trata del combustible que alimenta a todos los órganos de la mecánica que posibilita el desarrollo de la vida, sinó que es un factor que concreta si la existencia de un individuo va a resultar fácil, cómoda y singular o, por el contrario será un tormento y una vida desgraciada que solo va a provocar el mal en los demás.
Lo curioso del tema es que, atendiendo a ambas premisas, hoy las castas de las que hablamos utilizan instrumentos sociales que surgen de la plebe en nuestra propia contra e incluso consiguen sus propósitos sin demasiadas contingencias. Antes se le hacía caso a un rey porque, en el reinado de la ignorancia popular, sus órdenes ganaban guerras y conseguía bienes para todos sus lacayos, pero hoy el rey otorga el sueldo del pobre imbécil que escribe estas líneas para que con su esfuerzo y creatividad, siempre humilde por descontado, desarrolle el producto con el que pueda someter a todos los siervos de la corona real.
Hoy, la tendencia es el materialismo e individualismo sobre cualquier otra condición del racional. La equidad social es un fundamento que aprovechan tantos parásitos que está ya fuera de lugar. Siguen ganando la batalla. Impera, ahora y siempre, su ley de clase, su capacidad de mantenerse fuera del alcance de aquello que genera el mal hacer para el provecho propio. No obstante, y que sirva como reflexión personal, lo más curioso es que se salgan con la suya haciéndonos pensar que somos nosotros mismos, que no ellos, los parásitos que nos aprovecharnos del sistema en lugar de ellos, que son quienes actualmente desbordan lass arcas públicas de una manera irracional.
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La cuestión es ¿por qué lo aceptamos sin evitar que acaben gobernando los psicópatas del dinero?
Si la historia moderna nos ha dejado claras muestras de la usurpación de los derechos conseguidos, mayoritariamente, con el derramamiento de sangre durante innumerables guerras.., si las civilizaciones han dejado suficientes huellas en todos los campos del conocimiento con respecto a la explotación desconsiderada de comunidades en favor de minorías que controlaban su propio desarrollo.., si el índice de contextualización entre la inteligencia y la culturización social ha ido en aumento.., entonces:
¿por qué seguimos padeciendo la supremacía de algunos pocos sobre la gran mayoría?
Cierto es que la dificultad en sublevarse contra los prescriptores de los decretos sociales resultaría, probablemente, el concepto más característico a analizar en esta línea de pensamiento. Y con su comprensión, definitivamente, se acabaría el problema. Porque concebir y aceptar, sin oposición alguna, esa determinación que se presenta por un carácter exclusivamente consanguíneo, sería la mayor estupidez que pueda manifestar un individuo.
Quizá si uno desarrollara un gran esfuerzo durante la fase de nuestras vidas en la que nos preocupamos más por conseguir un buen puesto de trabajo y una buena situación social, quizá entonces nos daríamos cuenta de que por más que uno lo intente, por más que uno se esfuerce en mejorar su calidad intelectual o su dedicación a mejorar en todas sus actividades, llega el momento en el que se toca techo y no se puede ascender más. Siempre hay un impedimento para el desarrollo personal que viene marcado, tal y como hemos observado durante grandes acontecimientos de la historia, por la curiosa consanguinidad.
La sangre determina, lo sabemos, es el fluido más vital. Sin su flujo desexistimos y nuestro cuerpo deja de funcionar. No sólo se trata del combustible que alimenta a todos los órganos de la mecánica que posibilita el desarrollo de la vida, sinó que es un factor que concreta si la existencia de un individuo va a resultar fácil, cómoda y singular o, por el contrario será un tormento y una vida desgraciada que solo va a provocar el mal en los demás.
Lo curioso del tema es que, atendiendo a ambas premisas, hoy las castas de las que hablamos utilizan instrumentos sociales que surgen de la plebe en nuestra propia contra e incluso consiguen sus propósitos sin demasiadas contingencias. Antes se le hacía caso a un rey porque, en el reinado de la ignorancia popular, sus órdenes ganaban guerras y conseguía bienes para todos sus lacayos, pero hoy el rey otorga el sueldo del pobre imbécil que escribe estas líneas para que con su esfuerzo y creatividad, siempre humilde por descontado, desarrolle el producto con el que pueda someter a todos los siervos de la corona real.
Hoy, la tendencia es el materialismo e individualismo sobre cualquier otra condición del racional. La equidad social es un fundamento que aprovechan tantos parásitos que está ya fuera de lugar. Siguen ganando la batalla. Impera, ahora y siempre, su ley de clase, su capacidad de mantenerse fuera del alcance de aquello que genera el mal hacer para el provecho propio. No obstante, y que sirva como reflexión personal, lo más curioso es que se salgan con la suya haciéndonos pensar que somos nosotros mismos, que no ellos, los parásitos que nos aprovecharnos del sistema en lugar de ellos, que son quienes actualmente desbordan lass arcas públicas de una manera irracional.
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