El día 9 de enero Francesc de Carreras, Catedrático de Derecho Constitucional UAB, nos iluminó con un breve artículo publicado en La Vanguardia titulado: Elliot y el debate Catalán..
"..lo que preocupa a Elliott es que los historiadores catalanes -se
entiende, la mayoría dominante- han vuelto a la historia de antes, la
que cultiva mitos al servicio de las ideologías políticas y provoca una
sociedad ensimismada, en la que el agravio se magnifica y el victimismo
sistemático se utiliza para ocultar los verdaderos problemas".
También nos cuenta que "Elliot es probablemente la más respetada autoridad en la historia
española de los siglos XVI y XVII. Además, es un profundo conocedor de
Catalunya. En los primeros años cincuenta, tras licenciarse en
Cambridge, se vino a Barcelona y residió en ella durante algún tiempo,
el suficiente para aprender a hablar perfectamente catalán y castellano.
Se introdujo en el mundo académico de la época y trabó amistad y
complicidad intelectual con Jaume Vicens Vives y su escuela".
Cabe destacar también: "..se utilizan los falsos "300 años de opresión española" para encubrir,
tapar y disimular, el desgobierno actual. Y buena parte de los
historiadores catalanes son cómplices de esta situación".
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Pues bien, estimado señor de Carreras, desde mi humilde y mediocre sillón de ciudadano le intentaré describir claramente el razonamiento de lo que siento en mi interior como catalán, como español, como europeo y, en definitiva, como un ser humano más en un planeta que valora, tolera y mantiene con más perseverancia el bien estar del uno por ciento de sus individuos que del restante noventa y nueve. Incluso hoy día cuando sabiendas por la mayoría de nosotros que esto está sucediendo así, continúa misteriosamente siendo permitido.
Los nacionalismos son ciertamente negativos. Lo son sencillamente por que abogan por mantener el rastro de un criterio desvinculante ante un colectivo generado para el bien común. Una agrupación de individuos que por razones determinadas deciden reunir sus esfuerzos para consolidar una sociedad para producir beneficios para todos. Cooperativismo entre sui generis para el bien de todos. Si ese no es el principio de una sociedad, le pido a usted que me lo aclare. Inmiscuir términos políticos (con sus deformaciones ideológicas cargadas de egocentrismo) en el discurso definidor de este colectivo es también un craso error, es un acto de control que se desarrola cuando el grupo se expande a un tamaño demasiado grande.
El proclamado nombramiento de la razón con el legado de los estudiosos de los acontecimientos acaecidos a lo largo de nuestra historia siempre tienden a ser maleables y moldeados, si no léase algún capítulo de la Bíblia y observará con claridad este punto de vista.
El hecho que el honorable Sr. John H. Elliott sea reconocido como "la más respetada autoridad en la historia española" nos parece francamente interesante aunque incongruente para relacionar un tema como el catalanismo con los acontecimientos de los pasados trescientos años. Hoy el catalanismo se está refiriendo a mucho más que lo que nuestros antepasados han tenido que sufrir y sobrevivir por el peso de la fuerza de un régimen político devastador.
El sentimiento catalanista que se está consolidando nos empuja a hacernos valer como aquella sociedad que ha decidido aliarse en un esfuerzo por hacer las cosas bien. Algo más cercanos a los quehaceres a nivel político y social de los paises nórdicos de la vieja Europa. Muy lejos, aunque sin olvidarse, de lo que ha acontecido a lo largo de los seis lustros comentados y dejando de lado el contexto teatralizado de politicoides que han salido a la palestra (porque allí estaban en el momento que tocaba decidirse el camino).
Dese usted cuenta que, poco a poco, las ideas generativas de una sociedad que avanza voluntariamente hacia un patrón de estructura social sólida y de una ética coherente se están desplegando ante nuestra realidad: la realidad catalana. El referéndum por la segregación avanza inevitablemente debido a la voluntad de cientos de miles de individuos que manifestaron, en ese pasado 11 de setiembre, su desacuerdo con las políticas que están expoliando las capacidades de supervivencia de esta sociedad que se está intentando reafirmar.
Esta sociedad no está ensimismada, no se equivoque. Está más bien atenta a los rigores más estables para encontrar una potencial salida de este desastre al que nos han volcado los del uno por ciento, antes aludidos.
El mecanismo de control de este proceso está creciendo a cada jornada y se mantiene fortaleciendo sus canales de forma que pronto llegará el momento de enfrentarnos todos a las consecuencias de tan valiente, aunque despropositada, decisión que tomó el Sr. Artur Mas de adelantar los comicios a la presidencia de la Generalitat Catalana con la revelación de la consulta para la independencia de Catalunya, aún creyendo (con base a sus vagas conjeturas históticas) que le ibamos a proclamar como el catalán todopoderoso salvador de un pueblo en vez de presagiar el frenazo que a CIU le supuso su gesto de vanagloriada fanfarronería.
Un cartel de tintes mesiánicos que provocó la primera gran polémica de la campaña en las redes sociales.
El señor President puede decir misa, puede sentirse llamado a tocar el cielo si quiere. Puede intentar manipular la opinión de las masas mediante todos los medios de comunicación que tiene a su alcance o a través de su elocuencia de persona capacitada, pero no podrá hacerme creer que yo estoy luchando a cada jornada por establecer su idea de secesión bajo un criterio de sangre o historia. Ambos conceptos intervienen por igual en el embrollo de intoxicación de criterios contextuales para el desarrollo de una línea coherente hacia adelante.
El honorable Sr. Mas, a mi y a muchos nos sirve para un propósito mejor y más coherente para el futuro que no va más lejos de crear un estado donde las cosas funcionen y no haya que devolverlas a su origen, aunque sea necesario ir cambiando al mandatario dirigente de vez en cuando.
Aunque la cola en las devoluciones de "Toys are us" cada año resulte más tediosa..
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