recogida de una actualidad con el ánimo de archivo y la opinión personal

martes, 19 de noviembre de 2013

RECAER transformando conjeturas narcotizadas de la realidad




“Lo difícil no es encontrar la solución económica al problema, lo difícil está en encontrar la disposición política para arreglarlo”.

Si se quiere resumir la Teoría General de Keynes, que es su libro más importante, diría lo siguiente: Las empresas producen tanto producto como creen que serán capaces de vender, y dan trabajo a la cantidad de trabajadores que esas empresas creen que necesitarán para producir la cantidad de producto que piensan vender.

Esta es la esencia que podría resumir la Teoría General, y, resulta que es un punto de vista totalmente diferente del de la visión ortodoxa de la economía. Ya que la economía ortodoxa cree que, por ejemplo, el desempleo es causado porque los salarios son demasiado altos, por lo que la solución serían menores salarios. Keynes dice: no; tienes desempleo porque las empresas no quieren emplear más trabajadores ya que no creen que puedan vender más productos. Desde este punto de vista, la solución al desempleo es que tu tienes que incrementar la cantidad de producto que las empresas pueden vender antes de que ellas comiencen a incrementar el empleo. No hay nada que resolver en el mercado de trabajo: la producción no depende del mercado de trabajo; depende de lo que las empresas piensen que pueden vender.."



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A Leap into the Void, Ives Klein


Desde un punto de vista tanto artístico como natural, las razones que condenan a nuestro intelecto a caer en los más profundos e insondables pozos de la incoherencia constituyen los árboles que ramifican nuestra indignación particular y colectiva en un máximo nivel actual, más bajo no se puede imaginar.

Desde hace ya unas décadas y con el surgimiento del surrealismo, nuestra mente empezó a aprender a satisfacer voluntades obvias para adaptar aquello que podemos llegar a imaginar con la mismísima realidad palpable.  Un ejemplo de este principio de  fechoría sensorial nos lo muestra el artista Ives Klein (1928-1962) en su voluntad de ocupar el espacio sobre el que quería imponer su pintura:  "Soy el pintor del espacio. No soy un pintor abstracto, sino, por el contrario, figurativo, y realista. Seamos honestos, para pintar un espacio, tengo el deber de ir al lugar, en este mismo espacio".  

Con ese ejercicio de fondo poético, el artista construye una realidad que convence a su interlocutor con un criterio ciertamente consistente aunque físicamente improbable.  Para ello, confecciona y transmite un lenguaje de intervención y falsificación de la realidad mediante el cual posiciona al observador en el plano de su propia satisfacción cognitiva y sensorial, el que se genera desde el enunciado inicial del virtuoso.  No obstante, éste lo acomete utilizando un cierto adulterio, el incomprensible e impúdico mecanismo de control procesal, utilizando en su lenguaje una trampa imperceptible para el receptor:




El transcurso de la historia nos ha llevado a contener este tipo de lenguajes como válidos en nuestro entender cotidiano y, aunque basados en la calumnia, los entendemos como parámetros propiamente descriptivos de nuestra realidad, a pesar de que formen parte de una visión partidista, deformada o personalizada de algún sagaz creador de teoría irreal.  El mecanismo de ejecución convierte a la creatividad en acto relativo de la creación de una certera materialidad.  

Observemos, por ejemplo:


Denis Darzacq, fotógrafo


El proceso que crea el artista (DD) obliga a un sujeto a practicar su "fraudulento" lenguaje hasta conseguir la consecución del objetivo de su mensaje.  Hace poco bautizaron este arte de proyectarse a través del espacio como "Parkour", un asombroso arte gimnástico en el que sus practicantes ejecutan variadas piruetas que, en este caso, otro "artista" interpreta en múltiples sugerentes significados dentro del consensuado sentido común para exponerlos, obviamente con fines lucrativos, en una exhibición pública.  Como aquel que inventa una palabra o una frase y la vende por todos los canales de comunicación disponibles.   

El resultado de la manipulación de los datos que conjuga nuestra inteligencia, proceso que acontece confinado entre los sólidos muros de nuestro saber, confiere una nueva realidad mediante la cual podremos derivar a otros nuevos campos vírgenes, todavía, de nuestra insatisfecha capacidad intelectual.

Heidegger lo dijo bien claro refiriéndose a la existencia humana como un proceso de caída perpetua..




Pieter Bruegel de Oude lo intentó demostrar en su obra De val van Icarus, alrededor del año 1558, ¿a quién le importa si el sujeto activo de una realidad se sumerge accidentalmente en la incomprensión mientras se esté generando la idea de un cierto realismo?   



Seguramente a nadie..



Si devolvemos la atención a la razón que nos envuelve, alejándonos conscientemente del mundo de las artes y del tan interesante traspaso de conceptos intelectuales a través de la realidad, observaremos que las conjeturas en la filosofía de las ciencias de la economía pueden adulterarse con la misma facilidad.  

Nuestra testaruda voluntad en hacer entender un mensaje mediante la tergiversación durante la emisión a través de los canales disponibles puede, consistentemente, determinar un pensamiento social más bien crítico con los aires que renuevan naturalmente nuestra realidad.  Un acto fundamental a juzgar por los acontecimientos que vivimos en el actual momento.  

La consistencia de la ciencia siempre ha sido la devoción de nuestra capacidad intelectual, medir en factores contables las posibilidades de ejecución de una ocasión u otra, convierte a nuestro intelecto en un organismo capaz de adaptarse a las vicisitudes que plantea la evolución.  Esa es la razón por la que no debemos permitir que los agentes narcotizantes artificiales desdibujen a propósito nuestra inteligible materialidad..

Sería como recaer dos veces en la misma trampa: "una vez engañan al prudente, dos al inocente"..




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