Vargas Llosa (izquierda) conversó con el filósofo francés Gilles Lipovetsky
(derecha) sobre temas como la postmodernidad y la llamada sociedad de consumo
(EFE)
La defensa que el escritor peruano Mario Vargas Llosa hace de la cultura dentro de lo que llama La civilización del espectáculo, su nuevo libro, responde a una experiencia personal donde está lleno el espacio que la religión había ocupado durante su juventud.
“Haber podido leer a Joyce; haber podido leer y gozar con Góngora, entender el Ulises de Joyce (...) me hizo entender mejor la política, las relaciones humanas”, explicó el Premio Nobel de Literatura, quien el pasado miércoles charló con el filósofo francés Gilles Lipovetsky acerca de su más reciente ensayo.
Vargas Llosa destaca que la cultura fortalece una rica vida espiritual frente al egoísmo y la soledad que produce el capitalismo, y que el papel de grandes pensadores y artistas en la historia de la humanidad radica en la creación de una “sensibilidad” que hace a las personas “altamente creativas”, un fundamento de la libertad.
“No se puede leer a (Franz) Kafka, a (Leon) Tolstoi, a (Gustave) Flaubert, sin convencerse de que el mundo está mal hecho, de que comparado con esas cosas tan hermosas, tan perfectas, donde todo es bello, lo malo es también bello, el mundo real es tan mediocre en comparación con ese mundo maravilloso que crearon esos escritores y artistas”, apuntó el autor.
En
su ensayo La civilización del espectáculo,
Mario Vargas Llosa maneja una visión, no pesimista, sino “preocupante” por la
importancia hegemónica que se le da al entretenimiento sobre la alta cultura.
“La desaparición de la alta cultura ha significado el triunfo de una confusión (...) se desploman valores estéticos, un canon, unas ciertas jerarquías”, consideró Vargas Llosa en la plática realizada en el Instituto Cervantes de España.
Añadió que el gran arte equipa a los individuos para ser mucho más lúcidos, con una sensibilidad que “le permite defenderse mejor ante la adversidad (...) sufrir menos”.
(univisionkansas.com)
Gilles Lipovetsky, por su parte, destacó los aspectos positivos de la sociedad del espectáculo que critica Vargas Llosa al calificarla como una “sociedad a la carta donde los individuos construyen su forma de vida”, donde hay mayores libertades.
El peruano coincidió con Lipovesky en que en la actualidad se vive “una libertad infinita”, aunque también con esa libertad se corre el peligro de los embaucadores. “El más dramático: el de las artes plásticas (...) todo puede ser arte y nada lo es, en que todo arte puede ser bello o feo”.
El
autor de La cuidad y los perros
apuntó que la sociedad industrial moderna ha mejorado extraordinariamente la
vida de las personas, “pero no ha traído esa felicidad que busca el ser humano”,
y eso es lo que logran los artistas a diferencia de los tecnócratas que miran
hacia una sola dirección.
“El trabajo de los grandes humanistas no va orientado en una sola dirección, va orientado al conjunto de la sociedad; de alguna manera establece esos denominadores comunes que se pierden en la sociedad con la modernización, con la industrialización.
“La sociedad moderna va segregando, va separando a los individuos, y es por eso que es importante ese denominador común que nos hace sentir siempre solidarios y fraternos porque se establece una comunidad de intereses”, aseguró Vargas Llosa.
En La civilización del espectáculo, Vargas Llosa ubica una frivolidad en la sociedad en la que los valores que antes se aceptaban en la vieja cultura están confundidos y en el que la creatividad está en peligro.
El escritor de 76 años, nacionalizado español, apuntó que el papel de la cultura ayudará a los individuos a enfrentar fenómenos como el racismo, el totalitarismo.
“Ese tipo de sensibilidad resulta fundamentalmente de la cultura, y cuando en la cultura no está esa sensibilidad se embota”, dijo Vargas Llosa, quien enlistó casos de antisemitismos y de rebrotes de nazismo en la Europa culta.
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Suena todo muy certero pero no olvidemos el neoliberalismo del Sr. Vargas Llosa, un personaje que defiende la alta cultura y que ha recibido un Nobel de literatura debería estar por encima de errores tan básicos como caer en la propia negación.
Las culturas indígenas suramericanas merecen el mismo respeto que las más modernas pues la cultura no sólo es lo que el mundo más desarrollado lleva a cabo. La literatura no es todo en la cultura.
No reniegue Ud. de sus orígenes y dedique su intelecto e influencia en el mundo occidental para mejorar la vida de los suyos en latinoamérica.
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