Hoy han llamado a mi puerta. A la puerta de mi casa, sin metáforas. Era una pareja de entre cincuenta y sesenta años. Las cuatro de la tarde, hoy tenía fiesta y estaba a punto de salir a buscar a mi pequeña del cole.
Suena el timbre:
"Hola, buenas tardes, llevamos 18 meses sin cobijo y necesitamos su ayuda. ¿Por favor tiene algo de comer?", me dice ella.
No es la primera vez que uno se encuentra con esta situación, pero sí es la primera vez que me ha calado suficientemente dentro como para reflexionar durante horas.
"Soy epiléptico y sufro de depresión, en el ambulatorio no me dan el tratamiento diario que necesito, sólo puedo recibir trato de urgencias en el hospital", me dice él..
Mi estado de ánimo ha sido truncado por la casualidad. Un minuto más tarde y esa situación no hubiera acontecido. ¡Me la hubiera perdido! El hecho de recoger a mi pequeña de la escuela me colma de alegría por que es un hecho que anima el espíritu de cualquier padre viendo salir de clase a todos los niños con una energía acumulada que desbordan la vision de cualquiera, en especial observando en vivo a tu propio retoño felizmente relacionándose en su entorno particular con majestuosa precisión y extremada solvencia.
Se me ha quebrado el feeling de felicidad. No ha sido el poco alimento que les he podido entregar lo que me ha vaciado por dentro. La sensación de oquedad y desconsuelo que he sufrido ha sido generada por el hecho de verme reflejado en ellos en un tiempo cercano, muy cercano, y me ha dado miedo, muchísimo miedo..
Estoy seguro que todos hemos topado, conocido, ignorado, esquivado, escuchado y ayudado a gente que está sumida en la humillante desesperación de tener que pedir. Antes mucha gente vivía de donativos, les veíamos venir de lejos y ya percibíamos que venían a pedir caridad. Eran profesionales de la limosna, todos tenían la misma apariencia física y modus operandi.
Los de mi lado de la realidad, conocemos la pobreza más bien a través de la pantalla o el periódico. Incluso hay quien gana relevantes sumas de dinero haciendo campañas a favor de los derechos humanos como en KONY 2012. Esto es real. Está pasando y todos lo comeremos a diario. Estos antiguos profesionales del socorro tienen ahora una recién creada competencia bien abundante.
Ahora, la duda en la capacidad resolutiva de cada uno ya no puede ponerse en cuestión, un mal negocio, una larga enfermedad, un problema cualquiera que te pone de patitas en la calle de tu trabajo y ¡zas, ya has caído! En breve.., tu aspecto de gente normal irá perdiendo talante y tus necesidades personales tendrán más que ver con la subsistencia que con el programa televisivo que verás esta noche acurrucado en el sofá con la familia. Ellos piden comida. Te cuentan la historia de su derrumbe y tú caes con ellos. Es inevitable.
No ha sido la casualidad la que me ha llevado a pensar con cierta profundidad sobre el hecho del propio "desmoronamiento". Ese minuto antes de salir de casa en el que me preparé el café antes de ir al cole no fué el provocador del "incidente". La realidad que se está poblando de gente en esta situación de desesperanza tiene la culpa. Hay datos públicos que establecen el nivel de pobreza en Cataluña en el vente por ciento de la población. Eso quiere decir que de cien personas, las que caben en el vagón de un tren en el metro, veinte viven en la desesperación por llevarse algo a la boca cada día.
Sólo espero que consigamos parar esto a tiempo antes de que la cifra sea tan alta que nos englobe a todos los que viven dentro de mi realidad.
En una sociedad deshumanizada e insosteniblemente estructurada, no es de extrañar que la aberración social en forma personalizada genere un aumento en el número de individuos que derivan su integridad a pozos de incertidumbre. Con esa premisa, uno no puede más que desarrollar un síndrome de discapacidad ante situaciones derivadas del encuentro con la desesperación.
ResponderEliminarEl futuro nos demostrará que la realidad construida hasta el momento se basa en conceptos destructivos para las mayorias en beneficio de las minorías, como Ud. bien aclama.
Yo también espero que abramos TODOS los ojos en breve...
Cada día que pasa es un día menos para conseguir el propósito del cambio, aunque ese intervalo de tiempo hace que la herida sea más profunda y, por consiguiente, la cura de solución más compleja.
ResponderEliminarDebemos apresurar la implantación del cambio antes que perdamos la posibilidad de texturizar el entramado social con éxito para el futuro, los nexos de unión de estructural deben ser firmes.
Las conexiones interpersonales deben ser estables para que se establezcan como definitivas y fluya el diálogo y la equidad con infranqueable solvencia.
De lo contrario, no habrá una malla que soporte la dinámica del tejido social desmembrado.
Saludos