Nacido en 1931 en Egipto, Samir
Amin es uno de los pensadores neo-marxistas más importantes de su
generación. Desarrolló sus estudios sobre política, estadística y
economía en París.
Entre 1957 y 1960 trabajó en la
administración egipcia del desarrollo económico. Desde ese año y
hasta 1963 se desempeñó como consejero del Gobierno de Mali. En 1970
se convierte en director del Instituto Africano de Desarrollo Económico
y Planificación con sede en Dakar, Senegal. Actualmente es director del
Foro del Tercer Mundo, una asociación internacional formada por
intelectuales de África, Asia y América Latina, destinada a fortalecer
los esfuerzos intelectuales y los lazos entre los países del tercer
mundo, también con sede en Dakar.
Amin a dedicado gran parte de su
obra al estudio de las relaciones entre los países desarrollados y los
subdesarrollados, las funciones de los estados en estos países y
principalmente a los orígenes de esas diferencias, las cuales se
encontrarían en las bases mismas del capitalismo y la mundialización.
Para Amin, la mundialización es un fenómeno tan antiguo como la
humanidad, sin embargo, en las antiguas sociedades esta ofrecía
realmente oportunidades para las regiones menos avanzadas de alcanzar a
las demás. Por el contrario la mundialización moderna, asociada al
capitalismo, es polarizante por naturaleza, es decir que la lógica de
expansión mundial del capitalismo produce en sí misma una desigualdad
creciente entre los socios del sistema.
Uno de los conceptos centrales de
los estudios de Amin es la "tesis de la desconexión", el cual
desarrolla en su libro La desconexión publicado en 1988. En el marco de
esta obra elabora una serie de propuestas acerca de la necesidad de que
los países subdesarrollados se "desconecten" del sistema
capitalista mundial. Esta necesidad de desconectarse no está planteada,
según Amin, en términos de autarquía, sino cómo necesidad de
abandonar los valores que parecen estar dados naturalmente por el
capitalismo, para lograr poner de pie un internacionalismo de los
pueblos que luche contra este. La necesidad de desconexión es el lógico
resultado político del carácter desigual del desarrollo del
capitalismo, pero también la desconexión es una condición necesaria
para cualquier avance socialista, tanto en el Norte como en el Sur. ¨.
Crítico feroz de la globalización,
en cuanto sistema impuesto, Amin ve en ella una coartada detrás de la
cual se esconde una ofensiva del capital, que quiere aprovecharse de las
nuevas relaciones de fuerza que le son más favorables para aniquilar
las conquistas históricas de las clases obreras. Estas relaciones de
fuerza favorables están así planteadas desde la caída del bloque Soviético.
Para Amin la etapa que va desde el fin de la segunda guerra mundial
(1945) hasta el desmoronamiento de la URSS y sus satélites (1989-1991)
significó una etapa de ascenso de movimientos de liberación en los países
del tercer mundo y de progreso en sus economías ya que se vieron
beneficiados por la competencia Este-Oeste. A partir del derrumbe de la
URSS el triunfo del capital es total y este encuentra condiciones más
favorables para dar marcha atrás en los logros de los pueblos. Amin
discute la idea de la mundialización como logro de la humanidad, como máxima
meta del progreso humano. Sin embargo, el discurso dominante hace de la
mundialización una obligación absoluta, una ley incuestionable contra
la que no se puede hacer nada. Aún más, la mundialización sólo tendría
un aspecto, la que se nos propone en su nombre, siendo todas las demás
forzosamente utopías.
Dentro del pensamiento de Amin
también pueden encontrarse fuertes críticas al comunismo de tipo soviético.
La principal es precisamente que no llegó a ser socialista. Muy por el
contrario lo que hizo fue establecer un nuevo tipo de burguesía (la
Nomenklatura) que se miraba, en todas sus aspiraciones, en el espejo de
Occidente cuyo modelo ansiaba reproducir. Amin planteará que el
socialismo significa no sólo la abolición de la propiedad privada sino
también (e incluso más) otras relaciones con respecto al trabajo que
las que definen el estatuto del asalariado y la construcción de un
sistema que permita a la sociedad en su conjunto (y no a un aparato que
opere en su nombre) dominar su devenir social, lo que a su vez implica
la construcción de una democracia avanzada, más avanzada que la
burguesa. Sin embargo la sociedad soviética no sólo no se diferenciaba
de la burguesa en estos puntos sino que cuando se diferenciaba era para
peor.
Entre su obra tenemos: El
capitalismo en la era de la globalización, 1998; El fracaso del
desarrollo en África y en el tercer mundo: un análisis político, 1994;
El Mediterráneo en el mundo: la aventura de la Transnacionalización,
1989; El desarrollo desigual, 1986; Transforming the world-economy? :
nine critical essays on the new international economic order, 1984;
Classe et nation dans l"histoire et la crise contemporaine, 1979;
Elogio del socialismo y otros escritos, 1978; El desarrollo desigual:
ensayo sobre las formaciones sociales del capitalismo, 1978; Decadencia
y crisis del capitalismo actual, 1978
L"impérialisme et le développement inégal, 1976; Imperialismo y
desarrollo desigual, 1976; La nation arabe : Nationalisme et luttes de
classes, 1976; Sobre la transición, 1975; Los Angeles, United States of
Plastika, 1975; Sobre el desarrollo desigual de las formaciones
sociales, 1974 y Le maghreb moderne, 1970.
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La mundialización ha consumido a las sociedades árabes de manera irreversible
Por
Carla Fibra y Pedro Rojo
Samir
Amín, economista egipcio, es uno de los intelectuales más destacados y
escuchados del Sur. Ejemplo de constancia en sus denuncias al desigual e
injusto sistema económico impuesto por los países más poderosos, sus
análisis desmontando la imposición neoliberal se remontan más de dos
décadas. En la actualidad dirige el 'Foro del Tercer Mundo', con sede
en Dakar (Senegal), organización de "mil asociados, africanos, asiáticos
y latinoamericanos".
Intelectuales y académicos comprometidos a través de la asociación a movimientos diversos, partidos políticos (...) estamos organizados como una sociedad de debate para profundizar, de forma independiente y desde una perspectiva de izquierda, a nivel regional y a nivel de los países, en los problemas del Tercer Mundo", como indica el propio Amín. Esta entrevista se celebró en el entorno de la Contraconferencia de Barcelona contra el Banco Mundial (junio 2001) donde Samin Amín participó en taller sobre el proyecto Euromediterráneo invitado por el Comité de Solidaridad con la Causa Árabe.
Nación Árabe: ¿Qué puede significar para la
estructura mundial el Proyecto Euromediterráneo?
Samir Amín: Hay que partir del momento precedente.
Los años 50, 60 y parte de los años 70 se caracterizaron en el mundo
árabe por el aumento de los movimientos de liberación nacional, su
radicalización ilegal y una serie de proyectos que yo llamo
"nacional-populistas", fundados sobre bloques sociales hegemónicos
relativamente grandes que hicieron concesiones significativas a la clase
popular a través de reformas agrarias, de la nacionalización e
industrialización, de la expansión del sistema de educación... pero
también basados en una manera dictatorial de ejercer el poder, donde la
apelación populista -no popular- tiene sentido, donde no se tolera la
autonomía de las clases populares para que puedan realizar su proyecto.
La página de ese momento ha pasado. La mundialización ha consumido las
sociedades árabes de una manera seria e irreversible, al tiempo que éstas
muestran sus límites históricos y sus contradicciones internas, que
comprenden también transformaciones internacionales, en particular las
ocurridas en los fundamentos del sistema soviético sobre los cuales se
apoyaba el mundo árabe para enfrentarse al desafío occidental.
En la actualidad existe un endurecimiento de las
formas autocráticas del poder; no me refiero a las dictatoriales
fascistas, sino a las autocráticas, a lo que yo llamo "el poder de
los mamelucos", es decir, el de los militares, los hombres del
comercio comprador y los hombres de religión, con una batalla alterna
entre la preeminencia militar (tipo Argelia actual, o Egipto) o la
preeminencia de los hombres de religión, modelo iraní -aunque no árabe-.
Mientras, tiene lugar un conflicto violento como el de Argelia, en el
que se combina la lucha entre la clase dominante por el poder y la
inserción del país en la mundialización liberal. De esta manera se
desvía el debate de los verdaderos desafíos -los problemas económicos
y sociales- a un conflicto virtual en la abstracción del más allá. Se
trata de un conflicto que pretende llevar el debate a la cuestión
cultural y religiosa, evitando la discusión del problema concreto. Al
mismo tiempo, pasamos de un régimen autocrático y falsamente
alternativo al islam político, que no es un movimiento religioso sino
político, en el que se utiliza la religión pero que responde a un
movimiento político reaccionario, no solo cultural, porque acepta la
inserción de la mundialización capitalista. Es la razón por la que
los poderes occidentales se sienten cómodos: militares e islamistas
aparecen como aliados, uno puede sustituir al otro sin problemas. Además,
esos mismos gobiernos han sido arrastrados por la erosión de los
proyectos nacionalistas al proceso que llevó al [Acuerdo OLP-Israel de]
Oslo (1993) y, en 1995 en Barcelona, a [la primera Conferencia del]
Proyecto Euromediterráneo. Todo debe analizarse y contemplarse
conjuntamente. Por una parte, es un proyecto de paz inaceptable, de la
creación de bantustanes en Palestina con una Autoridad Palestina
concebida como gestora de los intereses israelíes compradores y del
capital dominante. Y, por la otra del cuento de la asociación
euromediterránea con la intención de sustituir el diálogo euro-árabe
con un falso diálogo euromediterráneo, que permita introducir a Israel
y a Turquía, y aislar al Golfo.
Ante las relaciones económicas acordes con la línea
de la mundialización capitalista, hay dos luchas principales en el
mundo árabe que están empezando a cambiar esta situación. Una es la
Intifada palestina, ha sido el pueblo palestino el que ha rechazado la
bantustanización, logrando poner el proyecto en peligro, y obligar a
pensar en otro tipo de compromiso. La otra es la explosión de la lucha
del pueblo argelino. Durante más de veinte años, los mamelucos del
poder militar y los islamistas ocupaban íntegramente la escena y
convirtiéndose en hermanos gemelos, la elección estaba entre nosotros
o ellos, sin una tercera alternativa, y de repente el pueblo argelino
sale y asegura: "la alternativa somos nosotros. Ni vosotros ni
ellos. La alternativa es la democracia social".
N.Á.: Estas actitudes ¿pueden provocar el cambio en
otros países árabes como Marruecos que intentan evolucionar hacia la
democracia?
S.A.: El eco es muy grande, el poder está muy
enfadado y perjudicado por el movimiento argelino, intentan
vilipendiarlo. Se ha dicho que es un movimiento étnico de la Cabilia,
algo falso porque comenzó en esa región pero se ha convertido en un
movimiento general del pueblo argelino, y también dicen que es un
movimiento manipulado desde el exterior, por Francia, algo incierto.
Existe la complicidad doble del poder argelino y de los islamistas para
denigrar este movimiento, pero ya hay excepciones, incluso en la prensa
árabe, se dice: "La izquierda árabe está reapareciendo y quizás
sea el ejemplo de lo que se debe hacer".
N.Á.: ¿Se dan actualmente las condiciones para que
se convierta en un movimiento general, que englobe a los países árabes
a partir de este ejemplo de revuelta y reivindicación?
S.A.: Es muy difícil responder a esa cuestión, me
gustaría que así fuera, pero no estoy seguro de que pueda ocurrir. Es
muy importante que la izquierda árabe retome el contacto. Ese sector de
la política han quedado extremadamente desamparado por los fundamentos
del nasserismo, el marxismo, el sovietismo, porque no se posicionaron de
forma crítica frente a estos movimientos. La izquierda árabe, la
comunista en particular, se encontró como la izquierda del nacional
populista de la alianza soviética. Por ese hecho se encontró
extremadamente desamparada en un momento histórico determinado, pero
puede que en la actualidad esté en un proceso de retomar conciencia de
que una nueva visión de la acción es necesaria.
N.Á.: ¿Qué papel tienen los intelectuales árabes
en este movimiento?
S.A.: Los intelectuales árabes son como los de
cualquier sitio, hay un centro, una derecha y una izquierda..., la
confusión, el límite...
N.Á.: Pero pasa algo similar a lo que les ocurre a
los partidos de la izquierda, están deslegitimados por participar en la
pseudodemocracia....
S.A.: Históricamente, los intelectuales árabes han
estado en el surgimiento de las luchas de liberación nacional y del
comunismo, se comprometieron con partidos políticos. Si pienso en mi
juventud, durante la Segunda Guerra Mundial, en la escuela nos peleábamos
todos los días a la hora del recreo entre la mitad que se proclamaba
comunista y la otra mitad que se consideraba nacionalista. No había
nada más, era impensable. Guardando las distancias, los actuales
intelectuales se han convertido en los representantes orgánicos del
movimiento nacional populista con su ala burocrática de derechas, su
ala izquierdista..., yo [mismo] fui estalinista, era maoísta, de hecho
lo sigo siendo. En este momento los intelectuales críticos están
desamparados porque carecen de un partido o una fuerza política
constituida, respetable, ante la cual ellos se puedan sentir
responsabilizados.
N.Á.: ¿Qué salidas contempla usted ante la
escalada de violencia en los Territorios Ocupados?
S.A.: Mi consejo es que se retome un viejo texto
escrito en los años 60 o 70 por Maxime Rodinson, reeditado
recientemente en una revista francesa, que se llama Utopie critique. En
él se dice que el proyecto sionista de Israel es un proyecto colonial,
que implica necesariamente arrasar con un pueblo de su territorio y que
los que quedan sean sometidos a un régimen de apartheid. Ese proyecto a
largo plazo no tiene futuro. ¿Qué compromiso en el momento actual es
aceptable? El único acuerdo posible es el propuesto por el pueblo
palestino: un Estado palestino en el conjunto del territorio ocupado, la
devolución del Golán a Siria, y la coexistencia pacífica entre el
Estado palestino y el Estado de Israel. Después ya veremos en que se
convierte el pueblo de Israel, el palestino y el conjunto del mundo árabe.
No vamos a solventar el problema para la eternidad. Ese es el compromiso
y hay un trabajo considerable que hacer en ese terreno porque el
sionismo, por desgracia, utiliza un eco en el mundo y en Europa en
particular: el chantaje permanente del antisemitismo, cualquier posición
anti-Estado israelí, o contra el proyecto como está concebido es una
prueba de antisemitismo, hay que rechazar este análisis. Hay que
rechazar el antisemitismo, pero muchos europeos se sienten mal al tener
que posicionarse en este tema porque les pesa la responsabilidad histórica.
Hay que desarrollar un combate claro sobre el tema, porque el chantaje
al antisemitismo es reforzado por lo que los judíos americanos llaman
"la industria del Holocausto".
N.Á.: Las mayoría de las alternativas económicas
que se plantean frente al librecambio se basan en viejas recetas
keynesianas, utopías de banca ética, trueque...
S.A.: Hay mucho de eso, pero no es lo único. Existen
diversos movimientos que desde mi punto de vista son un poco naif
[ingenuo]. Sea porque están fundados sobre principios éticos, que
suelen ser simpáticos, pero un banco ético, asociaciones de
consumidores para defender los productos obtenidos en condiciones
sociales justas... hay siempre una cierta nostalgia del pasado, en un
momento de descontento, donde las nuevas estrategias aún no han
cristalizado es normal que exista una tendencia a querer restaurar un
pasado mitificado y prolongarlo. Muchos movimientos quieren defender lo
adquirido, eso no es negativo, pero creo que hay movimientos con
respuestas rurales más imaginativas.
N.A.: En el mundo árabe un gran parte de la mano de
obra es agrícola, el nuevo modelo de explotación agrícola que quiere
exportar EEUU de grandes superficies altamente tecnificadas, significaría
dejar sin fuente de ingresos a millones de campesinos justo cuando
aumenta el paro.
S.A.: Ese es un punto muy importante. Me gustaría
subrayar el papel de la Organización Mundial del Comercio (OMC). El
punto débil a partir del cual se podría organizar una campaña mundial
inmediata es el farmacéutico, y el otro es la mundialización de la
agricultura que es extremadamente destructiva para los países del
Tercer Mundo en general, y para los árabes en particular, porque los
porcentajes de productividad agrícola son en término medio y grosso
modo los clásicos: entre un uno y un tres para la media de los países
el Tercer Mundo, mientras que para la agricultura de los países
capitalistas desarrollados es de un 10 a un 25. En consecuencia, la
mundialización, la liberalización del mundo agrícola significa que rápidamente
centenares de millones de campesinos se arruinarán. Eso es inaceptable
porque no se trata de una transición, de una consecuencia por haberse
abierto a la modernidad, se ha abierto una transición hacia el
genocidio porque ninguna forma de desarrollo moderno y de
industrialización puede absorber el ritmo de la destrucción de la masa
de campesinos. Por eso el proceso de liberalización del sector agrícola
es inaceptable. Se comprobó en Porto Alegre porque acudieron
movimientos antiliberalización de la agricultura con condiciones geográficas,
históricas y sociales extremadamente diferentes. No es sólo un no, un
rechazo a la liberalización de la agricultura, sino que se piensa en
una alternativa a ese rechazo, una forma de regulación del mercado
mundial agrícola que pueda soportar la larga transición de las
sociedades agrícolas con una débil productividad hacia una modernización.
N.Á.: El mito de que las empresas europeas trasladarían
su producción al Norte de África y que el flujo de capital privado a
la región sería importante se ha volatilizado con el paso de los años
y la contundencia de las cifras, ¿cuál es el futuro?
S.A.: La lógica neoliberal europea conduce a muchas
regiones del Tercer Mundo, y en particular al mundo árabe, a la
desindustrialización, no a una nueva forma de industrialización
integrada en el sistema mundial. En el pasado hubo cierto rechazo a los
capitales de las inversiones de origen europeo hacia Marruecos y Túnez.
Ese tipo de industria basada en la mano de obra a buen precio; la
inexistencia de un sistema de impuestos; y la puesta a disposición de
la industria de las inversiones públicas en infraestructura,
comunicaciones, transportes, energía casi gratuita... Hemos visto que
estas industrias se instalaron rápidamente, pero ahora con la nueva
revolución tecnológica hay dos industrializaciones en los países árabes.
N.Á.: La presión militar a través del nuevo
enfoque mediterráneo de la OTAN, la Fuerza de Intervención Rápida
Europea, la alianza militar entre Turquía e Israel, ¿es una nueva
forma de amenazar, de presionar al mundo árabe?
S.A.: Sí. Pero en ese punto también existe el
problema de la relación entre Europa y Estados Unidos; es decir, entre
la Fuerza de Intervención europea y la OTAN. Desde mi punto de vista la
OTAN es una organización americana. Ha habido reservas, sobre todo
francesas y alemanas, un deseo de autonomizarse que ha provocado el
avance rápido de esa fuerza militar europea, pero el problema permanece
porque no es fácil para los europeos constituir una fuerza militar. Los
europeos tiene una extensa tradición militar y no necesitan a los
americanos para aprender a hacer la guerra... pueden constituir un
cuerpo común de 300.000 hombres en un cuarto de hora, la dificultad es
saber quién lo dirigirá políticamente. Un ejército está a la
disposición de la decisión política; EEUU tiene un ejército y también
un Estado, hay un presidente de EEUU, hay un poder político mientras
que Europa es sólo una asociación económica de países que políticamente
son autónomos. Entonces, ¿quién decidirá sobre la fuerza militar
europea?
N.Á.: ¿Tiene algún futuro tal y como está
planteado en la actualidad el Proceso Euromediterráneo?
S.A.: Está terminado, muerto. Hay que decirlo, ese
proyecto comenzó muy mal porque se inscribía en el proceso
americano-israelí Madrid-Oslo, fue un elemento de apoyo. Una iniciativa
cuestionada por el pueblo palestino que debe replantearse. Empezó mal
porque ¿qué quiere decir euromediterráneo? Por una parte está Europa
-acepto que Europa pretenda actuar colectivamente, por eso está
representado no solamente por los países mediterráneos europeos, sino
de toda la UE, incluida Suecia- pero del otro lado debe mantenerse la
misma lógica y decir que existe algo que es el mundo árabe que no está
constituido exclusivamente de países mediterráneos, está Irak, el
Golfo, Sudán, Mauritania... ¿Por qué excluirlos? Es inaceptable. Los
europeos han excluido al Golfo porque les venía bien para satisfacer a
los americanos (América Latina y el Golfo son los dominios reservados
de EEUU), pero también era la medida para introducir a Israel y a Turquía,
esta última se pretende europea, pero ¿Israel qué es? Es simplemente
una colonia. ¿Cual es la lógica del Tratado? Hay que hacer una campaña
y decir: "El proyecto de asociación está muerto, estaba condenado
desde el principio, lo sabíamos, no se trata de hacer que
resista", de hecho los europeos ni siquiera quieren que resista
porque los poderes dominantes europeos: los alemanes y los ingleses no
están interesados, los ingleses siguen a los americanos y a los
alemanes lo que les interesa es Europa del Este y no el Mediterráneo.
Hay que hablar de un diálogo euroárabe, con todos los europeos y todos
los árabes. Debemos empezar por hacerlo nosotros mismos, las fuerzas
progresistas de la izquierda europeas y árabes.
N.Á.: ¿Cree que existe realmente un interés en ese
diálogo, que englobe a todo el mundo árabe?
S.A.: Sí, existe ese interés.
N.Á.: ¿No se trata solamente una zona estratégica
que se quiere controlar?
S.A.: Hay muchas razones, una puede ser la
geoestrategia, el hecho es que hay relaciones geográficas e históricas.
El mundo árabe y Europa son la zona central y periférica más próxima
geográficamente, también está el problema de la inmigración, del
Islam, la islamofobia de Europa.
N.Á.: ¿Eso podría ayudar cambiar el actual sistema
de relaciones de Europa con el mundo árabe?
S.A.: No quiero ser dogmático ni exclusivo, pero
creo que si se toman iniciativas amplias en ese campo será posible
hacer presión sobre el poder europeo que es democrático en un sentido
limitado, pero que al menos es sensible a las corrientes de opinión. Y
en el mundo árabe porque los sistemas políticos arabo-autocráticos
son vulnerables.
N.Á.: ¿Tienen viabilidad proyectos como la Zona de
Libre Comercio Árabe, las uniones de aduaneras ente distintos países
árabes como Líbano y Siria, o los países del Golfo?
S.A.: No. Debemos ser autocríticos, son proyectos
muy débiles. En el momento del ascenso del movimiento de liberación
nacional, se planteó la cuestión de la "Nación Árabe". Hay
que partir de la realidad árabe planteada a diversos niveles. Existe un
substrato común que puede ser un activo positivo para el futuro, una
existencia de un elemento cultural, una lengua. La realidad se plasma
desde un aspecto regional, territorial, en el que algunos grupos son
artificiales, como lo fue el reparto entre franceses e ingleses de
Oriente Medio, pero incluso esa división con el tiempo echó raíces.
Hay que tomar en consideración todo esto, los movimientos de liberación
nacional se desarrollaron en el entorno de las fronteras de los Estados
por razones evidentes de rehabilitación, en consecuencia el concepto de
la estrategia de modernización, de industrialización fueron concebidos
en el momento anterior en un entorno de fronteras de Estado, y no en el
entorno panárabe, manteniendo paralelamente un discurso positivo de
solidaridad de la lucha más que de integración. Por eso nunca ha
habido un proyecto verdadero de integración y lo que se ha adoptado
como resultado es el proyecto fácil de mercado común. Lo que
necesitamos es algo más enérgico que el mercado común, ya que la
fragilidad de estos proyectos, sobre todo en el momento actual, pueden
hacerlos integrarse en la perspectiva neoliberal.
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Una más:
Realizada por Irene León, al pensador egipcio Samir Amin, está compuesta de tres partes: 1) El mundo visto del Sur, 2) La implosión del capitalismo y 3) Estrategias imperiales y luchas políticas.
Samir Amin es autor de una voluminosa obra de análisis crítico del capitalismo y de innovadoras tesis, tales como la de la ‘desconexión’ y la de la ‘implosión’ del capitalismo, a las cuales se refiere en esta entrevista.
IL: Quisiéramos enfocar este intercambio en tres problemáticas distintas pero relacionadas: su visión del mundo y las posibilidades de cambiarlo; su propuesta conceptual y política en torno a la implosión del capitalismo y la desconexión del mismo; y el análisis del contexto mundial, visto especialmente desde el Oriente medio y África. ¿Cuál es su visión del mundo visto desde el Sur y desde una perspectiva del sur?
SA: Para responder esta pregunta, que no es nada sencilla, es necesario dividir el tema en 3 partes. Nos interrogaremos primeramente sobre cuáles son las características importantes y decisivas del capitalismo contemporáneo −no del capitalismo en general, sino del contemporáneo−; qué tiene de nuevo realmente; qué es lo que le caracteriza. En segundo lugar enfocaremos la naturaleza de la actual crisis que, más que una crisis, yo la defino como una implosión del sistema capitalista contemporáneo. En tercer lugar, en este mismo marco, analizaremos cuáles son las estrategias y las fuerzas reaccionarias dominantes, es decir, del capital dominante, de la triada imperialista Estados Unidos-Europa-Japón y de sus aliados reaccionarios en el mundo entero. Solamente habiendo comprendido esto, podremos dimensionar el desafío al que se enfrentan los pueblos del Sur, tanto en los países emergentes como en el resto de países.
Mi tesis sobre la naturaleza del sistema capitalista contemporáneo −que de modo más modesto la llamaré «hipótesis» porque está abierta a discusión−, es que hemos entrado en una nueva fase del capitalismo monopólico, se trata de una etapa cualitativamente nueva, pautada por el grado de centralización del capital, cuya condensación llega a tal punto que, hoy en día, el capital monopolico lo controla todo.
Claro que el concepto ‘capital monopólico’ no es nuevo, fue acuñado a fines del siglo XIX y, de hecho, este se desarrolló como tal, a través de distintas fases sucesivas, durante todo el siglo XX; pero es a partir de los años 1970-1980 que despunta una etapa cualitativamente nueva, pues antes existía pero no lo controlaba todo. En la actualidad, ya no existe ninguna actividad económica capitalista que sea autónoma o independiente del capitalismo monopólico, este controla todas y cada una de las actividades, aún aquellas que conservan una apariencia de autonomía. Un ejemplo, de entre muchos, es el de la agricultura en los países capitalistas desarrollados, donde es controlada por los monopolios que proveen los insumos, las semillas seleccionadas, los pesticidas, los créditos y las cadenas de comercialización.
Eso es decisivo, es un cambio cualitativo al que yo llamo de «monopolio generalizado», es decir, que se extiende a todas las esferas. Esta característica provoca consecuencias sustantivas e importantes. En primer lugar, se ha desvirtuado completamente la democracia burguesa, pues si antes se fundamentaba en una oposición izquierda-derecha, que correspondía a alianzas sociales, más o menos populares, más o menos burguesas, pero diferenciadas por sus concepciones de la política económica, en la actualidad, en Estados Unidos, por ejemplo, republicanos y demócratas, o en Francia socialistas de la corriente de Hollande y la derecha de Sarkozy, son lo mismo, o casi lo mismo. Es decir que todos están alineados a un consenso que es el mandato del capital monopólico.
Esa primera consecuencia constituye un cambio en la vida política. La democracia así desvirtuada, se ha convertido en una farsa, como se ve en las elecciones primarias de Estados Unidos. El capital monopolista generalizado ha provocado consecuencias muy graves, ha convertido a los Estados Unidos en una nación de ‘tontos’, es grave porque la democracia ya no se expresa.
La segunda consecuencia es que el ‘capitalismo generalizado’ es la base objetiva de la emergencia de lo que llamo de «imperialismo colectivo» de la triada Estados Unidos-Europa-Japón. Es un punto que afirmo con vehemencia, pues aun siendo una hipótesis estoy en capacidad de defenderla: no hay mayores contradicciones entre Estados Unidos-Europa-Japón, existe una ligera competición en el plano comercial, pero en el plano político, el alineamiento con las políticas definidas por Estados Unidos como política mundial, es inmediato. Lo que llamamos «comunidad internacional» copia el discurso de los Estados Unidos y tres minutos después aparecen los embajadores europeos, con algunas comparsas de grandes demócratas, como el emir de Catar o el rey de Arabia Saudita. La ONU no existe, esa representación de los Estados es una caricatura.
Es ésta la transformación fundamental, la transición del capitalismo monopólico al ‘capitalismo monopólico generalizado’, lo que explica la financiarización, porque estos monopolios generalizados son capaces, debido al control que detentan sobre todas las actividades económicas, de bombear una parte cada vez más grande de la plusvalía en todo el mundo y convertirla en la rampa monopolista, la rampa imperialista, que constituye la base de la desigualdad y del estancamiento del crecimiento de los países del Norte y de la triada Estados Unidos-Europa-Japón.
Eso me lleva al segundo punto: es este sistema que está en crisis y, más aún, no es solamente una crisis: es una implosión, en el sentido de que este sistema no es capaz de reproducirse desde sus propias bases, es decir, es víctima de sus propias contradicciones internas.
Este sistema implosiona, no porque sea atacado por el pueblo, sino a causa de su éxito, el éxito de haber logrado imponerse en el pueblo le lleva a provocar un crecimiento vertiginoso de las desigualdades, que no solamente es escandaloso socialmente sino que es inaceptable, pero termina siendo aceptado, y aceptado sin objeción; pero no es esa la causa de la implosión, sino el hecho de que no pueda reproducirse desde sus propias bases.
Eso me lleva a la tercera dimensión, que tiene que ver con la estrategia de las fuerzas reaccionarias dominantes. Cuando hablo de fuerzas reaccionarias dominantes me refiero al capital monopólico generalizado de la tríada imperialista histórica Estados Unidos-Europa-Japón, a las que se suman todas las fuerzas reaccionarias alrededor del mundo que se agrupan, de una forma u otra, en bloques hegemónicos locales, que sostienen y se inscriben en esta dominación reaccionaria mundial. Estas fuerzas reaccionarias locales son extremadamente numerosas y difieren enormemente de un país al otro.
La estrategia política de las fuerzas dominantes, es decir, del capital monopólico generalizado, financiarizado, de la tríada imperialista colectiva histórica tradicional: Estados Unidos-Europa-Japón, está definida por su identificación del enemigo. Para ellos, el enemigo son los países emergentes, es decir, China, el resto, como India, Brasil y otros, son para ellos semiemergentes.
¿Por qué China? Porque la clase dirigente china tiene un proyecto, no voy a entrar en detalles sobre la naturaleza socialista o capitalista de este proyecto, lo importante es que cuenta con un proyecto, que consiste en no aceptar los mandatos del capital monopolista generalizado financiarizado de la tríada, que se impone mediante sus ventajas: control de la tecnología, control del acceso a los recursos naturales del planeta, de los medios de comunicación, la propaganda, etc., control del sistema monetario y financiero mundial integrado y de las armas de destrucción masiva. China viene a cuestionar este orden, sin hacer ruido.
China no es subcontratista, hay sectores en China que lo son, en su calidad de fabricantes y vendedores de juguetes baratos y de mala calidad, solo porque necesitan echar mano de divisas, eso es fácil, pero no es eso lo que caracteriza a China, sino su desarrollo y la rápida absorción de tecnología de punta, su reproducción y desarrollo propio. China no es el taller del mundo, como opinan algunos. No es «made in China» (hecho en China) sino «made by China» (hecho por China), eso ahora es posible porque ellos hicieron una revolución: el socialismo construyó paradójicamente la vía que hizo posible disputar un cierto capitalismo.
Yo diría que después de China, el resto de países emergentes son secundarios. Si tuviera que calificarlos, calificaría de emergente a China con 100%, Brasil 30% y el resto de países 20%. El resto, en comparación con China, son subcontratistas, porque tienen negocios de subcontratación importantes, porque tienen un margen de negociación, hay un compromiso entre el capital monopolista generalizado financiarizado de la tríada y los países emergentes como India y Brasil y otros. No pasa lo mismo con China.
Por eso la guerra contra China figura como parte de la estrategia de la ‘triada’. Hace 20 años había ya estadounidenses locos que defendían la idea de declararle la guerra, porque después sería muy tarde.
Los chinos tuvieron éxito, es por eso que su política exterior es
tan pacífica, y ahora Rusia entra a formar parte, junto a ellos, de la
categoría de verdaderos países emergentes. Vemos a Putin, planteando la
modernización del ejército ruso, intentando rehacer lo que era la armada
soviética, que constituyó un verdadero contrapeso a la potencia militar
de los Estados Unidos, esto es importante. No discuto aquí sobre el
hecho de que Putin sea o no demócrata, o si su perspectiva es socialista
o no; no se trata de eso, sino de la posibilidad de contraponer al
poder de la triada.
El resto del mundo, el resto del Sur, todos nosotros, ustedes los ecuatorianos, nosotros los egipcios, y muchos otros, no contamos. Al capitalismo monopólico colectivo, nuestros países apenas le interesan por una sola razón: el acceso a nuevos recursos naturales, porque este capital monopólico no puede reproducirse sin controlar, despilfarrar los recursos naturales de todo el planeta. Es lo único que les interesa.
Para garantizarse un acceso exclusivo a los recursos naturales, los
imperialistas necesitan que nuestros países no se desarrollen. El
‘lumpendesarrollo’, como lo definió Andre Gunder Frank, se dio en
circunstancias muy distintas, pero tomo prestado el término ahora en
condiciones diferentes, para describir cómo el único proyecto del
imperialismo para nosotros es el no-desarrollo. Desarrollo de lo
anómalo: pauperización más petróleo, crecimiento falso, o gas, madera, o
lo que sea, para tener acceso a los recursos naturales y es eso lo que
está a punto de implosionar, porque es lo que se ha vuelto intolerable
moralmente, el pueblo no lo acepta más.
Es aquí donde se generan las implosiones, las primeras olas de implosión se originaron en América Latina, y no es producto del azar que hayan tenido lugar en países marginales, como Bolivia, Ecuador, Venezuela. No es producto del azar. Luego, la primavera árabe, ya tendremos otras olas en Nepal y otros países, porque no es algo que esté sucediendo solo en una región específica.
Para el pueblo que es protagonista de esto, el desafío es enorme. Es decir, el desafío no se da en el marco de este sistema, en el intento de trascender desde el neoliberalismo hacia un capitalismo con rostro humano, entrar en la lógica de la buena gobernanza, de la reducción de la pobreza, la democratización de la vida política, etc. porque todos esos son modos de gestionar la pauperización, que es el resultado de esta lógica.
Mi conclusión –desde una postura enfocada principalmente en el mundo árabe− es que esta no es apenas una coyuntura sino mas bien un momento histórico, que se presenta formidable para el pueblo. Me refiero a la revolución, pero aun si no quiero abusar de ese término, están dadas las condiciones objetivas para construir amplios bloques sociales alternativos anticapitalistas, hay un contexto para la audacia, para plantear un cambio radical.
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