"Greed" ilustración de Brittany Jackson
Podemos observar, siempre sobre el plano de la historia, que las vicisitudes producidas por la corte ocupante de los poderes humanos del planeta elevan
exponencialmente los desmayos de cualquiera de los sentidos de la ética, ponderado
siempre todas sus variables indefinidas en el necesario e insuficientemente valororado, sentido común.
Siempre, desde que la sociedad
entró en el contexto de la complejidad asociativa y de consiguiente formulación de cooperativa, el contrasentido común ha ganado adeptos entre muchos de nosotros, aquellos que ascienden por naturaleza al poder y determinan la estructura, el contenido y la forma en que los demás atenderemos a nuestras cortas, reducidas y miserables existencias.
Los vástagos codiciosos que irrumpen violentamente en el mapa de la preponderancia, consolidando en el tiempo el predicado del hipócrita diálogo gubernamental egocentrista, permanecen, irresponsablemente y sin inmutarse, en el proceso degenerativo de la corrección desplazándose hacia las bandas más obtusas de la moral de aquello que resulta inconveniente. Ellos son quienes componen y ejecutan sus supremos mandamientos sin dilación sobre el resto de una sociedad que permanece atónita, desprotegida, desinformada y desprovista de cualquier capacidad ni de observar, ni de reaccionar ante la minoría de individuos que crecen desesperados por conseguir ese codiciado poder, cueste lo que cueste. Todo ello para encumbrar, lo más pronto que les sea posible, su ambición por las cosas materiales. También arrastran la voluntad de obtener la autoridad para poder cambiar las cosas a su antojo y a fuerza del la pérdida de libertades de las sociedades confundidas de las que se aprovechan mediante la inteligente e insolvente, en campos de la coherencia, hipocresía.
Triste es que la civilización, como siempre ha sido denominada, multiplique principalmente sólo los aspectos fundamentalmente negativos en el proceso de su crecimiento evolutivo. Aunque peor es, podremos llegar a acordar, que el porceso de envenenamiento colectivo no procese ninguna significativa o productiva reacción contraria. De ese modo se acabaría con el absurdo y comenzaría a brillar el sentido común.
Los vástagos codiciosos que irrumpen violentamente en el mapa de la preponderancia, consolidando en el tiempo el predicado del hipócrita diálogo gubernamental egocentrista, permanecen, irresponsablemente y sin inmutarse, en el proceso degenerativo de la corrección desplazándose hacia las bandas más obtusas de la moral de aquello que resulta inconveniente. Ellos son quienes componen y ejecutan sus supremos mandamientos sin dilación sobre el resto de una sociedad que permanece atónita, desprotegida, desinformada y desprovista de cualquier capacidad ni de observar, ni de reaccionar ante la minoría de individuos que crecen desesperados por conseguir ese codiciado poder, cueste lo que cueste. Todo ello para encumbrar, lo más pronto que les sea posible, su ambición por las cosas materiales. También arrastran la voluntad de obtener la autoridad para poder cambiar las cosas a su antojo y a fuerza del la pérdida de libertades de las sociedades confundidas de las que se aprovechan mediante la inteligente e insolvente, en campos de la coherencia, hipocresía.
Triste es que la civilización, como siempre ha sido denominada, multiplique principalmente sólo los aspectos fundamentalmente negativos en el proceso de su crecimiento evolutivo. Aunque peor es, podremos llegar a acordar, que el porceso de envenenamiento colectivo no procese ninguna significativa o productiva reacción contraria. De ese modo se acabaría con el absurdo y comenzaría a brillar el sentido común.
Las armas tácticas que utilizan los gobernantes de las estructuras sociales mantienen una rigurosidad absoluta con las que determinan la implantación directa de las reglas sobre el ganado colectivo. Esas armas, difíciles de adquirir como las que más, mantienen al determinado y capacitado individuo al frente del ejército de toscos vasallos que ejecutan sus directrices sin pestañear, pensando que es por el bien de todos, como mínimo el de sus allegados. Es precisamente esa acción de poder cambiar las cosas al gusto de uno mismo lo que mantiene el valor al árduo camino de ascensión hacia la cúpula, además genera la más ferviente obcecación en su practicante, ayudándole a mantener su postulado sin que ninguna acción disuasoria lo vulnere, sea la que sea.
Vamos a suponer que con cada nueva generación nuestro intelecto
colectivo obtiene una más refinada y ampliada información sobre el cómo y cuándo con los que generar más datos para desarrollar una constante positiva, el parámetro constructivo para avanzar en positivo. No obstante, está más que probado que el salto, por naturaleza, lo damos hacia atrás, si
analizamos desde un punto de vista evolutivo de la colectividad.
Un ejemplo claro podrían ser los postulados del sector
ecologista de nuestra sociedad, aquello que todos entendemos como absolutamente necesarios para la supervivencia aunque sigamos ignorando nuestra propia intervención en su implantación. Sus fundamentos se iniciaron ya en tiempos de Hipócrates y Aristóteles aunque no se hicieron semi-rigurosos hasta el siglo XIX, cuando en 1866 se construyó la palabra "ecología" por el científico alemán Ernst Haeckel (1834–1919). Después el concepto se diluyó en la imaginación de la sociedad para desaparecer con total celeridad ante una sociedad que fortalecía la necesidad individual en contra de la colectiva.
La evolución de los conceptos ecologistas, poco han reflejado un desarrollo productivo en el seno de la civilización. Por el contrario, las únicas pautas que han crecido en el moderno concepto del I+D (investigación y diseño) están relacionadas con los hejemónicos agentes económicos que son, indiscutiblemente, quienes gobiernan las voluntades del individuo desde tiempos inmemoriales. El dinero es el elemento con el que valoramos cualquier dogma absoluto.
La evolución de los conceptos ecologistas, poco han reflejado un desarrollo productivo en el seno de la civilización. Por el contrario, las únicas pautas que han crecido en el moderno concepto del I+D (investigación y diseño) están relacionadas con los hejemónicos agentes económicos que son, indiscutiblemente, quienes gobiernan las voluntades del individuo desde tiempos inmemoriales. El dinero es el elemento con el que valoramos cualquier dogma absoluto.
Lejos del contexto natural, apartándonos del tema sobre la salud de nuestro planeta, observamos la implantación de conceptos artificiales en el control de todas las actividades sobre el globo, la cual ha sido contundente e incorregible. A día de hoy, todos los eruditos en varios campos de la información, ciencia, sociología, economía y política siguen sin convencer a las masas de que las pautas para la evolución se apartan dramáticamente del camino de cualquier predicado que incluya las fórmulas del capitalismo o del neoliberalismo. Pero éstas perduran a pesar de todo.
"Que te den, compañero". Primero de la serie de tres documentales de
Adam Curtis
"La trampa: qué fue de nuestro sueño de libertad",
producidos por la BBC en 2007
Para el nuevo mundo, si es que algún día escogemos una imagen o diagrama que fructifere, las constantes que estructuren el pensamiento colectivo deberán, sin duda alguna, precisar su carácter por encima de todos los valores más disciplinarios, los que definan la coexistencia con la naturaleza, con nosotros mismos y con el concepto de la libertad y de la inteligencia.
Sólo así, podrá definirse el futuro como una "evolución". Mientras tanto, lo entenderemos como una mera deformación de lo que debería ser la realidad cambiante provechosa pero que no se ha podido concretar por errores de lectura de las instrucciones que nuestros expertos escriben y reescriben desde sus oscuros sillones en escondidas cuevas de profundo hibernación.
A veces confundimos el objetivo del éxito a causa del nivel de determinación empleada para la consecución del mismo, lo que nos hace perder, quizá, el propósito inicial de ascender a la cúpula para, verdaderamente, arreglar las estropeadas cosas..