Imagen extraída de este enlace.
Se dice que el
índice de Gini mide hasta qué punto la distribución del ingreso (o, en
algunos casos, el gasto de consumo) entre individuos u hogares dentro de la economía de una región se aleja de una distribución perfectamente equitativa. La
curva de Lorenz muestra los porcentajes acumulados de ingreso recibido
total contra la cantidad acumulada de receptores, empezando a partir de
la persona o el hogar más pobre. El índice de Gini mide la superficie
entre la curva de Lorenz y una línea hipotética de equidad absoluta,
expresada como porcentaje de la superficie máxima debajo de la línea.
Así, un índice de Gini de 0 representa una equidad perfecta, mientras
que un índice de 100 representa una inequidad perfecta.
Sobre un total de 122 países, el promedio ponderado es de 0,311. En los últimos años, la distribución de la riqueza ha empeorado con la gran crisis que nos azota
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Parece que cuando conjugamos los datos publicados en los diferentes medios actuales de (des)información, la mayoría siente la necesidad de contrastarlos pues, en su aplicación en la realidad, desentonan alarmantemente los unos con los otros. Así pues podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que las informaciones recibidas desde los múltiples orígenes son siempre fidedignas a sus fuentes y por descontado cumplen su ponderado propósito: favorecer ese principio determinado para catapultar un ámbito real establecido en un solo gremio, contrariamente a la más razonable realidad.
La especialización individual dentro de todas las sociedades actuales ha generado una efervescente evolución en el proceso de aprendizaje con la delimitación de las trayectorias en referencia a la moral y a la ética más clásicas, conduciéndolas casi exclusivamente a lo largo de unas vías con longitudes de onda demasiado pronunciadas, tanto en elongación, como en reiteración y en su altura parabólica. En palabras más gráficas, hoy uno se sienta en el carrito de la montaña rusa para analizar, a lo largo de todo el frenético recorrido, los datos que se nos vuelcan a granel justo en el momento de la salida vertiginosa al circuito del brutal desencaje.
Ya pueden los especialistas en estadística social, en periodismo, en economía y los propios políticos, elaborar sus informes y elucubrar sus conjeturas que un servidor se queda con la visión de la sigilosa fuga de los principios (eticomorales) ahora "virtuales" que nuestra sociedad ha estado implementando durante las últimas décadas. Y referimos al mundo virtual como aquel que pertenece a la idea y no a la realidad palpable, el que se estudia dentro de un entorno hipotético y no en la objetividad de la existencia material, pues los códigos de conducta social jamás han sido de implantantados de una forma consolidada, colectiva y razonable. Por mucho que un puñado de individuos asistan regularmente a los oficios representativos de tales filosofías de manipulación, aquellas enfundadas en la más absoluta de las clásicas hipocresías, como es el caso de la religión y su impuesta práctica universalizada.
Por otro lado, dicen los sabios de ahora que todo es energía y no materia, que el entorno de realidades ha sido mal interpretado como algo palpable y no es más que un campo eléctrico en movimiento desenfrenado.. Quizás debamos enfocar nuestra visión más hacia los conceptos de la física cuántica o los de la astronomía moderna en lugar de concebir las realidades descritas de siempre como las tautologías del momento. Quizás salgamos con un esquema más tangible y esperanzador.
Quizás por eso se hable de que el premio Nobel de este año le caerá a la Unión Europea, ¿quién sabe..?
Quizás debamos dejar algo de lado la realidad virtual que nos conduce hacia un contexto desarraigado de la más complaciente versión elemental de ética sostenible y de moral equilibrada, para concebir con claridad qué diablos estamos haciendo..
Que le pregunten al Sr. Bjarke Ingels sobre cómo construir verdaderos castillos en el aire.., quizás así nos lo creamos todo.
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