Parece que tenemos jarana para largo.
Una vez más el "follonero" ahora de la sexta, comunicador que siempre reta las normas periodísticas sumergiéndose en la ironía del monologuero, entrevista a Artur Mas, el president de la Generalitat, el 12 de octubre en Vilassar de Mar. Sin eludir las ironías metafóricas que siempre acompañan su destreza de guión, establece comparativas entre la relación de pareja con la relación de los estados en España, algo que Mas aprovecha para sentar, humorísticamente, las bases de su perfil de actuación en el futuro de Cataluña.
Después de los decepcionantes resultados en las elecciones de Galicia y el País Vasco, donde PP y PNV han obtenido la mayoría, uno se pregunta sobre los comicios catalanes, especialmente en un momento en que la palabra "independencia" se pronuncia en la calle más a menudo que la de "crisis".
Siendo Artur Mas un candidato que se regocija del sarcasmo para autoproclamarse president antes de tiempo debería atender a la preocupación de nuestra sociedad por un futuro desalentador que emana de las imprecisiones, caradurismo, codicia personal, falta de ética y mal hacer de nuestros políticos actuales.
A lo mejor ese aire de despreocupación es el que necesitamos en el país, al fin y al cabo España siempre ha sido un país de pandereta. El país que estadísticamente debe congregar más borregos per cápita que la propia Nueva Zelanda. Corridas de toros, encierros de bobinos por las calles, lanzamientos de cabras de campanarios, colgadura de burros, arrancamiento de cabezas de patos, procesiones religiosas, ferias de Sevilla.. Un país que hace bien poco ha salido de una oscura época del desconocimiento a la propicia luz que emana del panorama de la sabiduría, el conocimiento que demuestran las juventudes que ya entran por las puertas de la temprana madurez, aquellos que han ejercitado plenamente el derecho a una vida fácil, sin obstáculos ni prácticamente emergencias de ningún tipo, tan sólo a la preocupación de sacar unos estudios universitarios para obtener la plaza de la buena vida que para uno querían sus progenitores.
Las generaciones contemporáneas del mordaz Sr. Évole, que pugnan por una salida adelante personal antes que la colectiva, no necesitan ese humor satírico y falto de respeto. Una verborrea que analiza y se nutre con la desfiguración de los torpes y desmañados políticos de turno. Lo que realmente es necesario es una crítica constructiva que fundamente, con humor o sin el, las realidades de una situación de absoluto engaño al pueblo al que va dirigido, a los consumidores de la pantalla digital.
Ignorando este gesto, Évole se une en la sátira que promueven dichos políticos para amasar su propia fortuna alimentado por los incesantes productos comerciales en su espacio dirigididos a todos los estúpidos que pueblan el extenso territorio nacional. Aquellos que por ley le regalan su poderoso voto a los partidos mayoritarios y se muestran descaradamente inútiles para decidir quién va a gobernar su absurda vida, porque no saben más o no se atreven a pensar.
Un pueblo ignorante suele elegir un gobierno ignorante.
(No) tenemos lo que nos merecemos, la canción triste de la España cañí..
Lo siento Sr. Évole, no me ha hecho ninguna gracia.
Lo siento Sr. Évole, no me ha hecho ninguna gracia.
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