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A 50 toneladas de filetes de blanco pescado por avión
destino al Primer Mundo, casi nadie está libre de no haber comido alguna vez un
pescado que se vende en las pescaderías como "mero". Los filetes de
"mero" no son los de otra especie que la de la perca del Nilo
protagonista de La pesadilla de Darwin. Cada uno de nosotros contribuimos
comiendo filetes de "mero" a la realidad que se narra en esta
paradoja mortal de la que somos responsables.
Este film, considerado el mejor documental europeo del 2004,
empieza con la sombra de gigantescos aviones atravesando el lago Victoria, el
lago tropical más grande del mundo, -de 68.000 km2, dos veces la superficie de
Cataluña. El ruido ensordecedor de los motores de los aviones de carga acompaña
a los centenares de miles de pescadores que diariamente faenan entre redes las
aguas del lago a la caza de la inmensa perca del Nilo. En los años 50 y casi
clandestinamente, un funcionario colonial relacionado con el departamento de pesca,
introdujo esta especie en el lago Victoria que resultó ser un gigantesco y
voraz depredador. A lo largo de miles de años, los diferentes géneros de peces
de las más de 300 especies endémicas de cíclidos catalogadas, se habían
especializado en los diferentes nichos ecológicos del inmenso lago, muchos de
ellos ciclando los detritos manteniendo el equilibrio natural y la salud de las
aguas. Años después, la perca se ha multiplicado rápidamente, ha extinguido a
más de 210 especies de cíclidos provocando la multiplicación de algas, la
creciente eutrofización y la consiguiente anoxia en las profundidas del lago.
Pero La pesadilla de Darwin no termina aquí; la perca se ha convertido en la
especie más capturada, impulsando el florecimiento de una industria privada de
procesado y comercialización de filetes destinados, exclusivamente, a la
exportación hacia mercados extranjeros. En el año 1970 el volumen de pescado
capturado de otras especies ascendía a 100.000 toneladas, veinte años después
el volumen de perca capturada alcanzaba las 325.000 toneladas, representando el
65% del volumen total de pesca.
Hubert Saupert deja hablar a los protagonistas del film. A
través de miradas tuertas de impotencia de secadores de cabezas de perca,
canciones de jóvenes tanzanesas prostitutas de pilotos comerciales y gritos de
peleas entre niños de la calle por algo de arroz o de cola, Saupert explica la
desgarradora situación de 25 millones de personas que viven en los alrededores
del lago, más de la mitad de las cuales se encuentra en situación de
desnutrición. Mientras en un bar de pescadores la televisión recuenta los sacos
de harina y arroz de donaciones de ayuda internacional que aterrizan para
combatir las hambrunas que azotan el país, la exportación anual de perca entre los
tres países que se reparten el lago Victoria (Uganda 43%, Tanzania 51% y Kenya
6%) asciende a los 72 millones de kg (datos del 2002). La comunidad local no se
pueden permitir ni tan siquiera comprar el pescado que ellos mismos han pescado
o que han ayudado procesar. Se limitan a consumir los desperdicios de la
industria procesadora y las espinas.
En España el consumo semanal de perca se sitúa cerca de las
150 toneladas y, cada día, dos millones de personas del mundo rico comemos
perca del Nilo probablemente sin saberlo, pensando que es filete de un pez
inofensivo. Esta cantidad de pescado que comemos en el Primer Mundo cubriría
las necesidades básicas de proteina de una tercera parte de la población
desnutrida de los alrededores del lago. Un antiguo profesor de escuela
reconvertido a pescador no duda en su respuesta enfrentado a la brutalidad con
que el mundo desarrollado somete a estas comunidades: “es la ley de la selva,
el más fuerte se queda con los recursos y, está claro, que el europeo es más
fuerte que el africano”.
No es hasta que el espectador está completamente inmerso en
el brutal expolio de las comunidades a las orillas del lago Victoria que Sauper
empieza a estirar el hilo de la sorpresa deplorable que nos depara la segunda
mitad del film. Mientras un pescador mira a su hijo cómo con los brazos
extendidos imita el ruido de un motor de avión, comenta que se sentiría
orgulloso que su hijo fuera uno de esos pilotos que transportan pescado a
Europa. “Y podría traer muchas cosas de Europa... Podría traer... cosas.” La
mirada perdida y el silencio interrogante a modo de respuesta. Las respuestas
esquivas de los pilotos comerciales de la antigua Unión Soviética cuando se les
pregunta qué mercancía descargan cuando aterrizan hace temer lo peor.
Diariamente recogen los últimos cargamentos de filetes y, a cambio, descargan
otras "mercancías" que pueden estar destinadas a las innumerables
guerras del área central del continente africano.
El director argumenta que “es increible que allí donde un
materia prima es descubierta, los habitantes de las comunidades locales mueren
en la miseria, sus hijos se convierten en soldados y sus hijas en sirvientas o
prostitutas. Escuchar y ver una y otra vez las mismas historias me pone
enfermo. Después de centenares de años de esclavitud y colonialismo en África,
la globalización de los mercados africanos es la tercera y más aniquiladora
forma de humillación para la gente de este continente. La arrogancia de los
países ricos hacia el Tercer mundo (que representan 3/4 partes de la humanidad)
está creando incomnesurables peligros futuros para todos”.
La pesadilla de Darwin es un film crudo, lleno de detalles y
aderezado con una extraña mezcla de la resignación y la dignidad que destilan
los protagonistas entrevistados, a los que el director consigue acercarse con
asombrosa facilidad. Consigue estar lo suficientemente cerca de pilotos,
políticos y propietarios de fábricas procesadoras de filetes para mostrarlos no
como villanos sino simplemente como personas que intentan sobrevivir.
Precisamente esto es lo que hace el visionado del film más revelador: permite
experimentar la brutalidad de las injusticias desde múltiples ángulos con
personas "normales", cercanas como protagonistas. Y revelador;
después de la dureza de estos 107 minutos, difícilmente alguien puede quedarse
sin reaccionar.
Curiosidades...
Con la excusa de la perca del Nilo, el director Hubert
Sauper nos propone un documental sobre las miserias de la globalización. Sin
embargo reconoce que La pesadilla de Darwin podría haberse realizado en Sierra
Leona sólo sustituyendo los peces por diamantes, en Honduras con las bananas, o
en Libia, Nigeria o Angola con el petróleo.
Hubert Sauper dedicó varios años a este trabajo para
explicar cómo una parte de los seres humanos del planeta muere de hambre porque
se les roba la riqueza. El rodaje de esta película duró unos 6 meses de rodaje
en África y acumuló unas 200 horas de filmación. Una parte importante del
presupuesto del rodaje se volatilizó pagando multas y fianzas.
Este documental no deja indiferente. En Francia hay una
campaña de boicot contra la perca del Nilo procedente del Lago Victoria. En
España, diversas entidades advierten de la pesadilla que supone la alimentación
global con la campaña No te comas el mundo, una propuesta destinada a promover
el reconocimiento de la deuda ecológica, la exigencia del derecho a la
soberanía alimentaria de todos los ciudadanos y a desmontar los mitos creados
sobre esta temática.
La versión en DVD de esta película incluye el escalofriante
documental sobre el conflicto en el Zaire a cargo de Hubert Sauper titulado Los
Diarios de Kisangani.
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En los tiempos actuales y en sociedades aparentemente desarrolladas, como la de un servidor y la que se supone del actual lector, para uno se convierte en obligatorio el fundamentar la procedencia de los productos de nuestro consumo diario. Es imperativo intervenir en el proceso de inquirir sobre el origen de lo que compramos y de cómo ha sido manufacturado. La alimentación no escapa de esta terrible fórmula de cotidianeidad provocada por la devastadora maquinaria de la globalización, el género de actividades que significa para ciertas comunidades su subdesarrollo forzado, la existencia de una realidad infernal totalmente manipulada para el bienestar de otra parte de la humanidad.
Un deber que es imperativo en el devenir de nuestra existencia si es que nuestro dogma tiene cabida en el pequeño sustrato de la ética más básica y la moral menos emancipada, si en algo nos importa el beber la sangre de una criatura maltratada y condenada por los pocos euros que gastamos en la prensa o en otras sandeces a diario.
Ahí quedan algo más de cién minutos de crudeza retratando con maestría y absoluta crudeza la desgracia que ha volcado la ilusión que un servidor jamás haya tenido para un mundo mejor, por lo menos para un largo momento.
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recogida de una actualidad con el ánimo de archivo y la opinión personal
miércoles, 31 de octubre de 2012
UN SUEÑO DE TERROR: la ignorancia vuelta estupidez
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