recogida de una actualidad con el ánimo de archivo y la opinión personal

lunes, 26 de marzo de 2012

The CARLTON ARMS HOTEL: un establecimiento sorprendente


El notorio "Carlton Arms Hotel" en la 25th street NY

Nadie en su sano juicio se quedaría hospedado en el.  Así, los huéspedes que sí se quedan, son mayormente turistas europeos y algunos nativos que quieren poder decir que han pasado una noche en una habitación que les recuerda las del autobús mágico de Merry Pranksters.

Imagino que ya nadie toma ácidos..., pero si alguien lo hiciera..., así es como decoraría un hotel.  Construido en 1840, este recorrido de cuatro plantas muestra unas cuarenta habitaciones, todas ellas son de alrededor 3x3 m, con el espacio justo para una cama y un lavamanos.  Antiguamente fue un hotel para señores de negocios llegados desde New Jersey a caballo, el hotel tenía antiguamente adyacente un establo de caballos y un establecimiento de comidas con muy buena reputación.  A su vez tenía uno de los primeros ascensores de la ciudad..., un aparato terrorífico que ahora está permanentemente anclado en su eje..., el cual se usa actualmente como armario ropero.


Durante años se dijo que el hotel fue usado como burdel, como pensión de mala muerte, como un hotel bienestante..., y uno ahora puede observar claramente todas los remanentes de esas vidas pasadas.  No obstante ahora es toda una aventura.  Con cada habitación habiendo sido decorada por un artista distinto, te puedes encontrar dentro de un submarino, dentro de una tumba egipcia, o en una habitación que te recuerda las de las prostitutas en una notoria casa de citas de la frontera con Méjico.

Texto de opinión transcrito de www.badgirlshotel.com, advierto que la página contiene imágenes  sexuales explícitas.


Traducción: Canko








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Nuestra llegada a NY La Guardia fue tarde.  Eran las once de la noche y sólo queríamos llegar al hotel.  Las nueve horas de vuelo, desacostumbradas en nuestras carnes, nos pusieron a la defensiva en cuanto llegamos al hotel que reservamos por internet.  Estaba en la 97 St con West End Avenue.  En recepción nos clavaron la puya.  La sorpresa consistió en que nuestra reserva de habitación se encontraba en la séptima planta y el único ascensor se había estropeado ese mismo día.   Así que nos recomendaban ir al "sister" hotel tres manzanans más abajo.  Las doce y media de la madrugada, cansados y sin ganas ya de argumentaciones nos pusimos en marcha.  El "sister" fue peor.  Cambiamos cuatro veces de habitación con una bronca de película en cada cambio con dos recepcionistas hispanos que no entendían nada de español ni mi inglés londinense oxidado.   Era ya la una y media cuando finalmente escogimos una, la mejor de ellas que nuestra paciencia logró soportar, ya que recién pintada no mostraba restos biológicos humanos pegados por las paredes.  No obstante sí mantenía un fuerte olor a pintura plástica rancia al que uno, al cabo de las horas, acaba acostumbrándose.  Además, estabamos en un sótano de cinco metros cuadrados con una ventana de 50x50cm que daba a un estrecho patio de luces donde escaseaba la luz natural, pues el edificio se alzaba más de veinte plantas.  Teniamos reservadas dos noches y nos quedábamos siete en Manhattan...

Después de esa primera semana, el programa de viaje establecido continuaba a lo largo de doce días adicionales de saltos en avión hasta y por la costa oeste:  Los Angeles, Las Vegas, San Francisco y de vuelta a NY para completar los veinte días de aventura norteamericana que nos regalamos.  Entonces de vuelta a casa desde el aeropuerto JFK.

El día siguiente amaneció, llovía por supuesto, era octubre. Pero estábamos vivos y habíamos descansado, poco, pero lo suficiente.  Nuestra emoción de nuevos llegados superaba las seis horas de sueño necesario y el jet lag.  Ducha rápida, a vesirse y a conquistar la mojada calle.  Pensamos en dejar un ventilador enorme en marcha para airear el inmundo cuartucho todo el dia mientras manteníamos nuestras árduas tareas de turista y así lo hicimos.  Eran ciento veinte dólares la noche.

Nos montamos en un autobus dirección sur y en el trayecto, buscando en la guía de la ciudad, fue donde encontramos el Carlton Arms Hotel.

Un hotel que nos ofrecía una habitación doble por bastante menos dinero del que habíamos pagado en nuestra mentirosa reserva "on line" y, además, ofrecía una peculiar forma artística en sus espacios.  Sin dilación, cuando nuestras visitas se acercaron a la altura de la 25 St. con la 3a. Ave, llamamos a su puerta y, después de verificar la solidez de los comentarios de la guía, reservamos desde la tercera noche hasta la última de nuestra estancia en Manhattan.   Nuestra habitación costó noventa y cinco dólares la noche y disponía de dos camas dobles "queen size" y un cuarto de baño.  Era el año 2003 pero acabo de comprobar el precio actual y tan sólo ha subido 15 dólares en 9 años... 

Nuestra habitación, de unos 20m2 más el baño, la decoración artística eran de tonos azules con mujeres desnudas de grandes pechos y mucho realismo (...) envueltas en ambientes sin definir, como abstractos, recuerdo.  Ahora, por lo que observo en mi re-visita virtual, ya la han redecorado.  Su apariencia no desagradó a mi pareja entonces, ahora mi esposa, para nada.  Te sentías realmente como en otro planeta.  Estaba todo muy limpio, los suelos enmoquetados y el baño impolutos, incluso en esquinas bajo los muebles y el desagüe de la ducha.

Los amigos de recepción mostraron un carisma y cuidado por el cliente excelentes.  Tales fueron que al séptimo día nos atrevimos a pedirles que nos guardaran las bolsas con las múltiples compras que hicimos hasta nuestro regreso de la costa oeste.  Dijeron que no había ningún problema y, además, sin coste alguno.  La noche en la que volvíamos de SF no disponían de habitaciones disponibles pero aún y así nos hicieron el favor.

Sólo puedo hablar maravillas de este pequeño edificio rodeado de monstruos urbanos de gran envergadura, cerca de Greenwich Village y China Town.  Con su escalera decorada por Banski, el hall por Andre Van Der Kerkhoff, por citar algunos artistas que allí dejaron su huella.

Si algún día tengo la suerte de poder volver a viajar a Manhattan, sin duda haré una reserva en el Carlton Arms Hotel, claro está, si esta maldita y forzada recesión no ha acabado con el.

Si alguna vez lo visitáis para hospedaros, no olvidéis subir a la cubierta...





Bajo estas líneas una instantánea de nuestra habitación arriba descrita